El principal reclamo de esta serie de seis episodios es el de su creador y guionista Julian Fellowes, alguien que ha hecho carrera de esa Inglaterra del pasado llena de aristócratas, reinas y ricos pero también de mayordomos, amas de llaves y sirvientes. Productos que le han hecho célebre como, en menor medida, “La Reina Victoria” y, sobre todo, por sus maravillosos guiones para la excelente “Gosford Park” de Robert Altman (por la que ganó el Oscar) que le sirvió de embrión para una de las mejores muestras de la televisión británico como fueron las seis temporadas de “Downton Abbey”.
En esta ocasión la trama comienza en los prolegómenos de la batalla de Waterloo para ambientarla, con posterioridad, varias décadas después en el recién construido barrio de Belgravia, uno de los más exclusivos de Londres. Hay gente rica, nobles buenos y malos y también servicio doméstico, con sus virtudes y miserias pero quien espere algo así como una continuación de las andanzas de la familia Crawley quedará decepcionada pues “Belgravia”, a pesar del tono y de algunas semejanzas, queda bastante lejos en resultado de “Gosford Park” y “Downton Abbey”. Fellows adapta una novela propia, reservándose el “libreto” de la serie, y nos propone esa unión de géneros, jugando con la acción de época y el drama pero dando un gran protagonismo al romance. No deberíamos dar demasiadas pistas sobre el argumento pues las sorpresas comienzan en el primer episodio pero sí podemos explicar que hay lucha de clases, ambiciones desmesuradas, ricos que derrochan su dinero, hijos ilegítimos, esnobismo, trabajadores que con esfuerzo intentan prosperar en la sociedad, arribistas que esperan su momento y amores imposibles.
La ambientación no es tan ostentosa como en sus trabajos precedentes pero sí es lo suficientemente lujosa tanto en decorados como en vestuario, maquillaje y peluquería, bajo la eficaz batuta de John Alexander, encargado de dirigir todos los capítulos, un nombre que ha cimentado su fama como artesano en la pequeña pantalla inglesa y que lleva sin problema la narración aunque sin alardes técnicos ni espectacularidad, lejos de aquellas magnas obras de Max Öphuls (quien mejor ha filmado a la nobleza) o del Robert Altman de “Gosford Park”. Aun así, acaba funcionando y, quizás, por el propio sentido de “culebrón” de “Belgravia” no se requiera tantos ornamentos en puesta en escena. Como detalle simpático el compositor de la banda sonora John Lund se autohomenajea en la banda sonora pues en algún momento recuerda pasajes exactos de su “Downton Abbey”, cosa que tampoco debería ser demasiado peyorativa pues hasta genios como John Williams o Ennio Morricone lo han hecho en unas cuantas de sus películas. Sí notamos algo más de prestancia en la fotografía de Dale Mc Crady, inferior a las de los largometrajes antes citados.
En el capítulo interpretativo funciona todo el reparto, los héroes y los villanos, los jóvenes y los más veteranos, con nombres como los de una multioperada Tara Fitgerald y un envejecido Tom Wilkinson entre los más conocidos aunque secundarios pues el protagonismo recae en Tamsig Greig, Harriet Walter y Philip Glenister entre los mayores y Jack Bardoe y Ella Purnell, entre los jóvenes. Habrá que seguir la trayectoria de la actriz que mencionamos en últimos lugar pues se le intuye buen futuro, con una mirada impresionante, gracias a unos ojos gigantescos que no es de extrañar que fuese descubierta por Tim Burton en el fracaso de taquilla pero interesante «El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares».
En fin, “Belgravia” es un entretenimiento ligero, bien producido y realizado pero al que le falta la grandeza de anteriores monumentos al cine y la televisión del siempre recomendable Julian Fellowes.
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