La carrera de Tim Burton está llena de éxitos desde su segunda película «Bitelchus» hasta el inicio de este siglo XXI con genialidades como «Eduardo Manostijeras», «Ed Wood» o la producción (y algo más) de «Pesadilla antes de navidad», épicas gamberradas como «Marte ataca» (nunca entenderé como con un título tan estupendo en español tuvieron que dejar el original «Mars attacks!») y construcciones únicas, un mundo propio y personal como los dos primeros «Batman» y «Sleepy Hollow». Hasta ese momento su trayectoria era impecable. Lástima que en 2001 llegase su primer desastre con «El planeta de los simios», una horrorosa nueva versión del clásico de Franklin J. Shaffner que arregló con cuatro estupendas películas, entre ellas dos adaptaciones, como la obra maestra «Big fish», la curiosa «La novia cadáver», un remake magnífico de «Charlie y la fábrica de chocolate» y el inenarrable traslado a 35 mms del musical «Swenney Todd», un macabro trabajo de Stephen Sondheim que en manos de Burton tomó vida propia y que en su versión teatral tuve la fortuna de ver hace unos lustros en el Teatro Español de Madrid con el difunto Constatino Romero como el diabólico barbero de Fleet Street. Toda esta carrera le había encumbrado al estadounidense como un autor importante, un genio contemporaneo que dotaba a sus cintas de un toque oscuro, misterioso, complejo y con enorme imaginación. Así no es de extrañar que tanto haya influido en el movimiento «gótico» y en otros directores.
Lástima que todo ese talento se esté esfumando en esta década pues en el 2010 llegaba su segundo pecado fílmico con una fallida versión de «Alicia en el pais de las maravillas» y desde ese momento no ha vuelto a «levantar el vuelo» con productos aceptables como «Frankenweenie», aunque lejos del extraordinario mediometraje de 1984 que proyectaban en los cines antes de «Pesadilla antes de navidad» o las intrascendentes «Sombras tenebrosas» y «Big eyes». Este «El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares» intenta ser su vuelta a los orígenes y a dotar a sus largometrajes de ese estilo individual e inimitable, un universo privado plagado de grandes ideas visuales y alambicados desarrollos de personajes, entre el comic y las novelas victorianas. El resultado una vez visto es agradable de visionar y muy superior a sus últimas obras, lo cual me congratula, y aunque no llega a los límites de genialidad de sus mejores trabajos sí parece estar en la buena senda y recuperar toda la capacidad inventiva que le ha llevado a ser considerado como uno de los artistas más reputados en el fantástico hasta con exposiciones sobre su particular mundo en museos.
Basado en una novela superventas de Ramson Riggs, el mismo autor ha trasladado el «negro sobre blanco» a celuloide con la inestimable ayuda de Jane Goldman, escritora también de «X-Men: Primera generación» y «X-Men: Días del futuro pasado», de la que esta «Miss Peregrine» guarda cierto paralelismo, con una casa donde habitan unos seres con extraños y poderosos poderes, inadaptados para la sociedad y donde una maestra les enseña a canalizar todos sus extraordinarios atributos. A pesar de las similitudes, una buena presentación nos conduce sabiendo buena parte de las claves a un pequeño pueblo de Gales, en dos épocas; la actual y durante la Segunda Guerra Mundial. Un entorno que se antoja mágico y misterioso, a pesar de estar rodado buena parte de sus dos horas de día, merced a los hallazgos visuales de Burton y a un ritmo adecuado que hace que todo el metraje pase en un suspiro. Una puesta en escena que recuerda sus mejores tiempos combinando los monstruos temibles, los villanos crueles y situaciones tremendas y crueles (como el niño muerto revivido por unos instantes por otro para causar el pánico en el protagonista o los dos gemelos encapuchados) con un tono amable, ese romanticismo «marca de la casa» y la vitalidad que desprende todo el largometraje y que debe mucho de la inteligente fotografía de Bruno Delbonnel, mezclando lo sombrío con lo colorista. Un técnico que aporta mucho como la edición de Chris Lebenzon. «Hombres de confianza» de Burton y donde echamos de menos a Danny Elfman, su músico de cabecera y el que mejor ha entendido su forma de ver el cine. Esperemos que vuelvan a trabajar juntos en el futuro pues esa unión de talentos se nota.
En el capítulo interpretativo todo el reparto funciona, con un excelso veterano como Terence Stamp que resulta un abuelo conmovedor, la brillante Eva Green, una actriz que ha nacido para trabajar con Tim Burton y un Asa Butterfield cuya carrera como «niño prodigio» se había estancado, una eficaz Judi Dench y un histriónico Samuel L. Jackson, acompañados de un buen plantel de secundarios que dotan a la narración del adecuado tono y donde los efectos especiales son parte del guion y no los protagonistas absolutos. Una buena forma de invertir el tiempo, y el dinero, ahora que las lluvias se acercan inexorablemente al invierno de nuestras vidas. Tiempo hay para ver y pensar.
0 comentarios