Os voy a contar un secreto: tras año y medio sin ir a un concierto, hoy he ido a ver a Zahara. Siempre es de agradecer que un artista se abra de par en par y nos deje ver sus cicatrices. Todos hemos acumulado unas cuantas en este último año y medio (unas más profundas que otras) y parece que de una vez por todas se empieza a ver la luz al final del túnel. Una luz que Zahara no veía durante el confinamiento y cuyos pensamientos negativos dieron origen a PUTA, uno de los discos más introspectivos y valientes de los últimos años. Como si de una confesión a tumba abierta se tratara, Zahara muestra en PUTA sus miserias y admite no haberse caído siempre bien a sí misma. Como ella misma dijo: «PUTA es el vómito de mucha mierda acumulada durante años«. Zahara admite que ha sufrido abuso escolar, maltrato y ha sido una yonki del cariño del público.
Un disco así de especial necesitaba una puesta en escena acorde a su singularidad. Más que un concierto, lo de esta noche ha sido una catarsis colectiva. Por un lado una artista que convierte sus peores momentos en arte y, por el otro, un público ávido de volver a vibrar en un directo. A pesar de las restricciones y las cicatrices, la vida sigue y el directo de Zahara era uno de los más esperados. Y con razón. Es innegable que Zahara ha crecido como artista, en vez de encasillarse, su sonido a mutado adaptando las casi ilimitadas posibilidades de la electrónica. Acompañada por 2 músicos en escena y 2 bailarinas Zahara ofrece un show tan innovador como efectivo del que debo destacar el trabajo de Martí Perarnau (Mucho) a los sintetizadores. Zahara empieza su show haciendo sonar las inmortales coplas María de la O de Marifé de Triana y Ay, Pena, Penita, Pena de Lola Flores. Con Zahara sentada a la batería el concierto arranca con el techno abrasivo de flotante y caigo en la cuenta de lo mucho que ha evolucionado esta artista. Lejos queda aquella lánguida Zahara acústica de sus inicios aunque intuyo que sus fans de toda la vida han aceptado de buena gana sus mutaciones. Zahara repasa PUTA atacando temas como canción de muerte y salvación, médula, TAYLOR o RAMONA. Cuando deja la batería, podríamos decir que Zahara se mueve por el escenario como un pato mareado, pero nadie le exige que baile bien. Ella se deja llevar y eso es más que suficiente. Para bailar bien ya tiene a su pareja de bailarinas. Zahara se limita a desnudar su alma en sus canciones y ejecutarlas impecablemente sobre el escenario. El conjunto resulta más que convincente gracias a un apabullante montaje escénico. Tanto el sonido como la iluminación me parecieron sobresalientes. Hubo por supuesto tiempo para temas de discos anteriores como Hoy la bestia cena en casa, Deshielo, Fango o Inmaculada decepción. La rabia y la electrónica se llevan a la perfección pero hubo también espacio para lo íntimo con Guerra y Paz y negronis y martinis. Y sí, aquí sí que Zahara retorna a su guitarra acústica.
Pero tras el nudo en la garganta y los pelos de punta vino el akelarre. MERICHANE y Berlin U5 fueron una auténtica fiesta rave. Ya nos había avisado Zahara que iba a haber bastante desfase, pero la cosa se nos fue de las manos. Había ganas de fiesta y, dentro de las restricciones, la sala Mozart del Auditorio se convirtió en una pista de baile. Curioso que dos canciones con unas letras tan deprimentes acaben siendo una fiesta. Tic-tac, tic-tac, la vida se nos escapa entre los dedos, bailemos hasta que se pasen las ganas de llorar. Rodeada de espejos y enfundada en un vestido confeccionado con manteles pertenecientes a su familia, Zahara puso el emotivo broche final con esa copla moderna que es DOLORES.
Lo dicho, una gozosa catarsis colectiva a cargo de una gran anfitriona llamada Zahara.
(Fotos de Isa Latorre)
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