¿Qué sucedería si los superhéroes fuesen gente con debilidades humanas debido a la celebridad y la fama? Eso es lo que nos cuenta «The boys», tal vez la más importante propuesta de Amazon en este 2019. Basado en un cómic de Garth Ennis y Darick Robertson y creada por la dupla Evan Goldberg y el actor Seth Rogen (junto a Eric Kripke), trabajando unidos desde «Juerga hasta el fin» (2013) y «The interview» (2014), «The boys» se convierte en un «soplo de aire fresco» en el imaginario del espectador, lleno de héroes de Marvel y DC con todas las virtudes humanas y casi ningún defecto, cosa que vemos que se intenta remediar con intentos de dotar de algunas leves imperfecciones en personajes como Thor. Aun así, los «Patriota», «Translúcido», «Reina Maeve» o «El Profundo» son sujetos que solo valoran su índice de popularidad y con dos caras, una perfecta para la opinión pública y otra real llena de miseria y donde la gente les da exactamente igual. Para combatir a estos poderosos seres se unen un grupo de desarraigados, víctimas de accidentes de «Los Siete» para vengar la memoria de los fallecidos y descubrir la mentira ofrecida al público por la siniestra corporación que rige los designios y la cuenta de resultados de los superhéroes.

Lo más interesante de la serie es la mirada pesimista que tiñe los ocho episodios, pues entre todos los personajes no hay ninguno que se salve en el aspecto moral, ya que todos se rigen por la venganza, el miedo, la falsedad o la búsqueda de poder con una desmedida ambición u odio, según el bando que observemos. Humano, demasiado humano escribía Friedrich Nietzsche. Interesante son dos aspectos de esa sociedad «feliz»: primero, los desplazados entre los héroes, pues entre todas las personas con poderes existe un grupo elitista que son las rutilantes estrellas, denominados «Los Siete» y a dónde todos quieren llegar pero luego habitan otros genios que han caído en desgracia y malviven entre el resto (ahí destaca el personaje de Mesmer, interpretado por la otrora estrella infantil Haley Joel Osment, como metáfora de Hollywood como fábrica de sueños y «juguetes rotos») y, segundo, entre los mortales los que han sufrido los desmanes de algún superdotado, divertido es el grupo de autoayuda, de esos que tanto abundan en el cine estadounidense, para superar las secuelas de algún hecho relacionado con estos (uno de ellos cuenta como sufrió una amputación de pene por acostarse con una heroína con poderes glaciares). Los dos protagonistas se encontrarían en esta situación, al perder uno a su mujer por una violación de «Patriota» y otro por ser despedazada su novia por A- Train, el hombre más rápido del mundo en un error letal.

Un mundo de fraude, mentiras, prostitución, drogas o falsa religión donde la redención apenas se atisva en la relación de Hughie y «Luz Estelar» y, algo menos, en Frenchie y Kimiko. Cuidada producción que nos va interesando según avanza la trama, aunque el arranque es extraordinario, gracias a unos personajes con profundidad psicológica, bien definidos e interpretados, pues el reparto funciona, desde el viril «Carnicero» de Karl Urban al despistado Hughie de Jack Quaid y entre los superhéroes destacan el hipócrita «Patriota» de Anthony Starr, la ingénua «Luz Estelar» de Erin Moriarty, la descreída «Reina Maeve» de Dominique Mc Elligott, el pervertido «Translúcido» de Alex Hassell o los competitivos (y por lo tanto frustrados) A- Train de Jessie T. Usher y «Profundo» de Chace Crawford. Todos consiguen unos roles creíbles, apoyados en una puesta en escena urbana y eficaz, un guion que funciona la gran mayoría de las veces y dotada de una incorrección política a tener en cuenta y una selección de canciones  bien escogida. Serie recomendable y que supone un pequeño oasis entre los personajes que habitan en los cómics de superhéroes, donde abunda el maniqueísmo y, en bastantes ocasiones, el humor destinado al público infantil o juvenil. «The boys» va un paso más allá. Esperemos que  la segunda temporada mantenga el nivel.

The Boys (serie televisión)

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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