Miniserie francesa de Netflix que entra de lleno en el «thriller». Podríamos englobarla irónicamente dentro del sobrenatural por lo imposible de su argumento, que, por desgracia, tiene más sombras que luces. Seis episodios que parten de una premisa complicada de creer: un asesino en serie copia los despiadados crímenes de una antigua asesina en serie, encerrada en prisión de por vida. La desbordada policía recurre a la psicópata que accede a intentar encontrar al responsable, a cambio de que el contacto con las fuerzas del orden sea su hijo, un modesto detective con el que ha perdido todo contacto.
Encontramos referencias a «Seven», ya que el criminal mata siguiendo un patrón, hombres a los que considera corruptos que mueren como víctimas de animales en la naturaleza o «El silencio de los corderos», ya que la fría y despiadada mujer es como un remedo de Hannibal Lecter, incluso con una huída de la custodiada dependencia donde se encuentra ella sola, aunque sin colgar de la pared a uno de sus vigilantes como si fuera un ángel o golpearle con saña a ritmo de las «Variaciones Goldberg» de Bach. Más que en esos referentes, «La mantis» se queda al nivel de producciones más modestas, como aquel «Copycat», con Sigourney Weaver y Holly Hunter o cosas tipo «El coleccionista de amantes» o «Vidas ajenas».
Y es que es complicado que con tan pocos mimbres se pueda rellenar más de cinco horas de metraje, donde funciona la parte más truculenta, con las brutales acciones más o menos imaginativas pero que decae en la investigación y, sobre todo, en la relación materno- filial que en más de un instante resulta tan inverosímil que bordea el ridículo o la comedia involuntaria. Y eso es un lastre tan mayúsculo que es complicado de obviar. Es el problema de alargar situaciones, donde apenas hay argumento, ya que se cae en la redundancia, en escenas repetidas y a pesar de los esfuerzos de sus responsables por mantener la tensión les resulta más que complicado. Para ello, la puesta en escena de Alexandre Laurent es mecánica y rutinaria, muy en la línea de los telefilmes, donde predomina el plano contraplano y los primeros y medios planos de los protagonistas. Una dirección de actores marcada por el hieratismo y la sobriedad, encabezado por Carole Bouquet, en un papel a su medida, ya que la francesa nunca ha sido precisamente una dechada de recursos interpretativos. Su rol de enigmática, inteligente y fría antigua homicida es perfecto para ella, no moviendo más de un músculo facial y dejando todo el peso del personaje en esa mirada profunda pero carente de vida a la vez. El resto del reparto se comportan de forma similar, como ejemplo el comisario que interpreta Jacques Weber y tal vez como excepción a la regla está Fred Testot, el hijo de la asesina, más histriónico que el resto del reparto, en algunos momentos demasiado.
«La mantis» no es una gran serie, ni siquiera merece el aprobado y me temo que solo entretendrá a lo amantes del «thriller» contemporáneo. Ese que encarna «Seven» o «El silencio de los corderos». Ese al que sueña alcanzar esta miniserie pero que se queda lejos. Lejísimos.
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