laDe niño Adolf Hitler fue salvado de morir ahogado por otro hombre. Una cuestión que existencialistas como Jean Paul Sartre llevaron al campo de la filosofía; de haberlo sabido, ¿es lícito desde una perspectiva ética dejar morir al niño sin hacer nada o ayudarle y dejar que cometiese el genocidio por antonomasia? Pregunta complicada con múltiples respuestas, todas desde el punto de vista moral y que llegaron a mi mente tras ver esta maravilla fílmica como es “La llegada”.

Y es que la concepción tanto narrativa como técnica es sorprendente. Lo primero es el guion, obra de Eric Heisserer, un escritor que hasta ahora no había hecho nada destacable, algunos remakes como el de “Pesadilla en Elm Street” o “La cosa”, la quinta parte de “Destino final” y la versión en largo del corto “Nunca apagues la luz”. Pero que aquí ha construido un relato magistral, cuyas dos preguntas básicas son ¿cambiaríamos el pasado de conocer el futuro y como se cambiaría de poseer una cuarta dimensión? Intentaré explicarlo sin destrozar el argumento de la película (lo cual es complicado). Los seres humanos percibimos tres dimensiones (anchura, altura y profundidad). Por la llegada de unos extraterrestres se puede llegar a poseer una cuarta (el tiempo) que intentan regalar a los humanos mediante un lenguaje complejo basado en una especie de círculos ramificados explicados a una lingüista y a un físico que contactan con los seres del espacio, unos heptápodos que dejan sus naves en varios puntos del planeta. Sus intenciones son benévolas y se basan en que al poder usar la dimensión temporal como una más, saben que en el futuro necesitarán a los humanos y por lo tanto ahora se nos ofrece semejante dádiva. Como es de esperar aparece lo que André Malraux definió en su imprescindible “La condición humana”. Los militares y gobiernos no saben qué hacer y por lo tanto empiezan a sospechar del resto de países, no ofreciendo información y declarando la guerra a los heptápodos al entender como una violación de fronteras y una provocación la llegada de los alienígenas a sus territorios. Lo que entronca directamente con la realidad, ya que vemos como ante situaciones que desbordan a los estados (o a los que pretenden serlo), siempre se ofrece la misma solución, blindando fronteras ante lo que se entiende una amenaza, con reuniones políticas “al más alto nivel” que solo sirven para citarse en nuevas reuniones políticas “al más alto nivel” y apelando al sentimiento patriótico más rastrero y pueril, casi como de tribu elegida, o en la definición de Samuel Johnson como último refugio de los canallas. Todo ello bien matizado, creando un libreto de pura ciencia ficción, no de aventuras en el espacio. Un filme especial que demuestra el buen momento del género con maravillas como la inconcebible dirección del “Gravity” de Alfonso Cuarón o la inolvidable “Interstellar” de Christopher Nolan.

Como el toque de puesta en escena de los realizadores antes mencionados es innegable, se demuestra la importancia del director en la creación de un relato inteligible en este tipo de trabajos de envergadura. Y Denis Villenauve ha conseguido la creación casi perfecta, articulando todo su discurso y su puesta en escena de una forma arriesgada y que no se había visto nunca en pantalla grande. El canadiense juega con esa idea de tiempo como dimensión y lo que parecen “flash back” o “flash forward” son parte de una estructura no lineal basado en los palíndromos, esas palabras que se leen tanto del derecho como del revés, que aquí nos ofrece la pista al llamar a la niña Hannah y que Julio Medem también utilizó en su vistosa “Los amantes del círculo polar” con Otto y Ana. Una técnica tan compleja que cuando se descubre al final apabulla y de la que es buen apoyo su editor Joe Walker, hombre de confianza del interesante Steve Mc Queen. Toda la parte técnica está cuidada al detalle, pues tras la memorable “Sicario”, en mi opinión la mejor cinta del pasado año, Johan Johansson vuelve a construir una banda sonora extraña y magnética, utilizando momentos que parecen compuestos para un título de terror y que en las secuencias quedan desasosegantes e hipnóticos, sumado a una fotografía en tonos grises y azules de Bradford Young, eficaz para la alambicada estructura y la impresionante puesta en escena de Villenauve, al que gusta de ese tipo de cinematografía que acrecienta la sensación de cielos pesados, plomizos y con tonos que llevan al pesimismo como sucedía en “Prisioneros”, la perturbadora “Enemy”, de la cual copia el final cambiando la tarántula gigante por un heptápodo en un sueño acongojante. Una lección de cine, de un creador al que se le están viendo claro los puntos en los que se basa su forma de entender los 35 mms.

Los actores resultan todos eficaces pero sobresale una Amy Adams, que como otra ilustre pelirroja como Jessica Chastain no hacen más que sumar nominaciones al Oscar, Adams lleva ya cinco, sin ganar la estatuilla (esas cosas que algunos no entendemos). De nuevo vuelve a dar un curso acelerado de como bordar un papel demostrando ser una actriz de carácter que puede desenvolverse sin problemas en cualquier personaje y un acierto extraordinario como protagonista absoluta, eclipsando a los correctos Jeremy Renner y Forest Whitaker, que resolviendo sus papeles de forma admirable sucumben ante el “huracán” Adams y que demuestra la calidad como director de actrices de Villenauve, tras la actuación sobresaliente de Emily Blunt en “Sicario”. Tal vez, algún nimio detalle en el desarrollo de la acción le reste ese poco que le falte para la perfección pero pienso que estamos ante un largometraje que va a pasar a la historia, esa impresión me dio al salir de la sala, y que su alambicada narración y puesta en escena es solo comparable a la historia al revés del “Memento” de Christopher Nolan. El tiempo lo dirá, aunque al no ser una dimensión conocida todavía no podamos saber el resultado.

LA LLEGADA (2016): una película que va a pasar a la historia

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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