Hace un par de años o tres, un profesor que tuve en el máster que realicé en la escuela Billar de Letras me dijo que yo era traductor constructor. Me daba cuenta de que dominaba más o menos bien la traducción, pero no me clasificaba en ninguna clase de esta labor como suele pasar con la filología, ya que principalmente me han enseñado, a través de mentoría, a escribir. A dominar a un nivel avanzado la escritura en la lengua meta.
Esto me produjo curiosidad y a pesar de que me gusta más hacer lo que hago, que ponerle nombre, he estado investigando sobre qué es ser traductor constructor, para así poder ubicarme y explicaos en qué consiste este tipo de traducción.
La traducción constructora es una práctica traductológica en la que el traductor no traslada un texto, sino que reconstruye un objeto verbal equivalente en la lengua de llegada partiendo del sentido, la intención y la forma perceptiva del original.
No se basa en el dominio exhaustivo de la lengua origen, sino en la competencia escritural avanzada en la lengua meta, en la capacidad interpretativa y en la verificación sistemática mediante herramientas.
En el caso de este tipo de traducción, el significado no reside en las palabras, sino en la relación entre ellas y su efecto. Por lo tanto, el criterio último es la coherencia interna del texto final.
La traducción filológica prioriza la fidelidad léxica, parte del dominio de la lengua origen, conserva la estructura y es justificada por autoridad. Sin embargo, en la traducción constructora se prioriza la fidelidad funcional, se parte del dominio completo de la lengua meta, reconstruye la estructura y es justificada por su efecto en el lector.
Enfrentando la IA con la traducción constructora, se podría decir que la IA propone, pero el constructor decide. La IA optimiza, pero el traductor artesanalmente compone. Así, el texto se lee como acto estético, como gesto retórico, como artefacto rítmico. Antes de traducir, el constructor ya sabe qué está pasando.
El traductor constructor aísla la imagen central, la tensión semántica, el tono dominante y el ritmo implícito. Todo esto precede a cualquier decisión léxica para después escribir un texto autónomo, con naturalidad plena. Un texto que podría haber sido escrito originalmente en la lengua meta. De esta manera, el traductor actúa como autor delegado.
Las herramientas que utiliza el traductor constructor no deciden, solamente confirman sentido, ajustan colocación, contrastan usos o prueban la coherencia global.
El rol del traductor constructor es ser intérprete, escritor y editor de sí mismo. Las tres cosas, yo lo llamo tricotar. No es notario, copista ni servidor del texto. Exige un alto nivel de escritura y sobre todo requiere una enorme honestidad intelectual.
Una traducción constructora es buena si el texto funciona solo, si no parece traducido, si produce un efecto análogo y si resiste la relectura. En este sentido traducir no es pasar palabras de una lengua a otra solamente, sino escribir un texto que no existía, pero que debía existir. No se traducen lenguas, se construyen textos posibles y esto solo puede hacerlo alguien que escribe de verdad. Lo que importa sobre todo es el resultado.
Melómano desde antes de nacer, me divierto traduciendo canciones y poesía. Me gusta escribir. Soy un eterno aprendiz y bebo de casi todos estilos musicales, pero con el buen rock alternativo me derrito.
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