Together es body horror sin pretensiones y como tal funciona con eficacia clínica: no busca la elevación filosófica ni el prestigio de festival, sino obligarte a apartar los ojos de la pantalla en el instante preciso. El film de Michael Shanks nos confirma el buen momento que está viviendo el cine de terror australiano.

Lo bueno de Together es que, en lugar de caer en la casquería, se construye con una correcta historia bien ejecutada. Sin grandes alardes Michael Shanks dirige a Alison Brie y Dave Franco (matrimonio en la vida real) y consigue que nos identifiquemos con esa pareja que se va viendo progresivamente enredada en un lío incomprensible. Together engancha y gustará a los fans del género. Es el malestar como espectáculo: uno sabe que no debería mirar, pero tampoco se atreve a apartar la mirada. Y, contra pronóstico, el final se aleja del catálogo de finales previsibles del terror actual —no hay moraleja barata metida con calzador ni monstruo que resucita para la inevitable e innecesaria secuela de rigor—. Aquí la conclusión sorprende porque no busca redención ni castigo, sino un cierre acorde con lo. Ostras o durante toda la cinta. No es que el rompecabezas encaje del todo, pero al menos la última pieza entra con fuerza y con sentido, lo cual en el género ya es casi una revolución.

Together no es una obra maestra del body horror aunque cumple perfectamente su cometido: dar asco, generar tensión y recordarnos que nuestro cuerpo es lo más preciado que tenemos.




















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