Es curioso, el sufrimiento es como un iceberg, en lo que a sus causas refiero. Suelen ser más variadas y retorcidamente infligidas que las obras de arte que se crean con ellas.
Y aun sufriendo, nos cuesta verbalizarlo. No queremos escandalizar al personal. Por eso esas letras incomprensibles para muchos. Ese muro infranqueable que permite que el sufrimiento crezca, y sus causas campen a sus anchas.
¿Cuál es el límite soportable de dolor? Desde luego el de muchos artistas no. Les ha costado la vida.
Los hay que sufren en demasía. Con varios padecimientos a la vez, sin poder ni mover las cejas. Sin distancia para observarse. Con la única posibilidad de ser arrastrados por su Hércules autónomo, que diría Vallejo.
Aprendamos pues sin miedo a verbalizar nuestro dolor. A nombrar ese trozo de iceberg que está oculto dentro de nosotros, mientras nuestro ser, frío y paralizado, viaja estático en el no tiempo.
Equilibremos entonces esa balanza. Si el dolor es libre y no tiene límites, que la expresión humana tampoco los tenga.





















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