Ryan Coogler ha ganado cierto prestigio en el pasado con la serie de películas de “Creed” y con Marvel en las dos cintas de “Black Panther”. En esta “Los pecadores” se reafirma como un realizador interesante y más o menos original dentro del marco del cine comercial.

“Sinners” es cierto que no aporta nada nuevo pero su mezcla de géneros funciona en un largometraje que pasa las dos horas y cuarto (que no aburren en ningún momento) y donde se hibrida acción, terror y crítica social. Algo así como unir a directores como Jordan Peele y George A. Romero, que bajo los “cliches” del horror se habla del racismo o del capitalismo, con “Abierto hasta el amanecer”, “Noche de miedo”, “La cosa” e, incluso, a “Imitación a la vida” de Sirk en la historia de la blanca que no quiere serlo.
Y eso en un guion, del propio Coogler, que comienza en el Mississippi de los años treinta donde llegan dos hermanos mafiosos negros en un mundo dominado por los blancos. Ellos, al ser delincuentes y tener dinero compran un aserradero para convertirlo en un club de blues (entonces se decía que era música del demonio) para afroamericanos. Con lo que no cuentan, una vez inaugurado es que unos vampiros blancos intentan acceder (recordemos que los no muertos deben ser invitados a entrar) y, por lo tanto, se produce un enfrentamiento entre unos y otros. Una divertida “home invasion” con cierto sarcasmo y golpes de humor.
Coogler divide su obra en dos, con un largo prólogo donde se nos presentan a los personajes y nos sitúan en el racismo del sur de Estados Unidos de esa época. Y decimos largo porque es más de la mitad de la trama para llegar al segundo acto donde se presenta el conflicto entre vivos y muertos, humanos y vampiros, sazonado de múltiples referencias a otros conocidos filmes, al estilo de Quentin Tarantino.
Además Ryan Coogler utiliza una buena puesta en escena, estupenda en lo visual aunque algo oscura en la fotografía de Autumm Durald, como también sucede con la banda sonora de Ludwig Goransson. Una factura formal correcta y un reparto acertado con Michael B. Jordan en un doble papel como protagonista, secundarios de la entidad de Delroy Lindo y un villano de entidad como el que encarna Jack O’ Connell.
Entre todos consiguen un producto tan entretenido como no carente de virtudes que a buen seguro va a conseguir mejorar la trayectoria, hasta ahora bastante positiva, de Ryan Coogler.




















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