Uno de los títulos más infravalorados de la terna conformada por Martin Scorsese como director y Paul Schrader como guionista es la cinta “Al límite”, con un Nicolas Cage como paramédico en el servicio nocturno de emergencias obsesionado con conseguir salvar una vida. Un trabajo basado en la redención de la culpa, tan propia del cine de Scorsese y, en mayor medida, en el de Schrader.
Y mucho de ambos cineastas y del título expuesto tiene este “Ciudad de asfalto”, filme del francés Jean- Stéphane Sauvaire, todo un trotamundos que hasta en Liberia dirigió una de sus películas, que con esta realiza su primera incursión en el cine estadounidense consiguiendo acabar en la terna por la Palma de Oro en Cannes (el año que ganó “Anatomía de una caída”) y en una sección paralela en Sitges. Cine basado en los dos titanes antes mencionados aunque más que en la redención de la culpa su obra incide en otros temas tan propios del cristianismo como es el sacrificio y el martirio, lo que le emparentan con el Scorsese de otro largometraje infravalorado como es “Silencio”.
En “Ciudad de asfalto” tenemos a dos técnicos de emergencias encargados del servicio nocturno donde deben atender a los sectores más precarizados de la sociedad neoyorquina. En sus andanzas tienen que intentar salvar a humildes inmigrantes trabajadores pero también a alcohólicos, drogadictos o agresores capaces de las más abyectas reacciones y donde a pesar de lo complejo de su labor no se pueden permitir ningún error. De ahí que ese trabajo se convierta en cada actuación en una trampa mortal. Gente que sacrifica su vida en por la de los demás, fracasando en lo personal como en lo profesional.
Puesta en escena efectista pero algo fría la que nos propone Sauvaire, lo que lastra un tanto su resultado final pues su argumento acaba por resultar algo repetitivo basándose en las pequeñas heroicidades más que en los dilemas de la vida cotidiana de los dos personajes, interpretados de forma correcta por Tye Sheridan y Sean Penn. Eso sí, sorprendente papel para Mike Tyson como responsable del servicio, ya que el ex púgil resulta convincente.
En el aspecto técnico interesante fotografía nocturna la de David Ungaro retratando un Nueva York alejado de la postal y más cercana al sucio y sórdido ambiente de un “Taxi Driver” que remarca la banda sonora aunque más que el “score” de Nicolas Becker apunta el preludio de “El oro del Rhin” de Wagner con el que comienza y finaliza esta irregular pero estimable cinta.
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