“Downton Abbey” ha sido una de las grandes series británicas contemporáneas. Un tótem televisivo que comenzaba en 1919 con el hundimiento del Titanic y que ahora propone su cierre en la década de los treinta del siglo pasado.

Seis temporadas de altísimo nivel que desembocaban en tres producciones cinematográficas que siguen engrandeciendo el legado dejado por el gran Julian Fellowes, gran responsable de todo el universo “Downton Abbey”.
Y eso sin ser el director pues su labor es la de guionista. Un trabajo que empezó a cimentar con el “libreto” de “Gosford Park” que dirigió Robert Altman. De ahí, a la historia de los nobles Crawley, amores y conflictos por un lado y el de su servicio por otro, mejorando a series tan respetadas como “Arriba y Abajo”.
Para este “Grand finale” repite en la dirección Simon Curtis, como en la anterior “Una nueva era” aunque, por desgracia, no llega a esos límites pues el magnífico tono que otorgaba en la segunda entrega para la gran pantalla del serial era difícil de mantener por esa doble historia con el rodaje en la propiedad, el viaje al sur de Francia y el dramático final. Era difícil de mantener y más perdiendo a uno de sus principales activos como era el maravilloso personaje de la “Condesa viuda” encarnado por la soberbia Maggie Smith, a quién va dedicada la cinta.
Aun con todo, sigue siendo una película interesante que gustará a todos los seguidores de la serie, con un final muy del gusto de Fellowes dejando a un lado la tragedia y abocando todo a un “happy end”, como sucedía en la serie matriz. Además el desenlace es un ejemplo de melancolía recordando los fantasmas de algunos importantes moradores de la casa.
Y en lo que nadie puede diferir es en la maravillosa ambientación y escenografía que consiguen que media puesta en escena esté hecha. A ello se suma la académica dirección de Simon Curtis, con los planos y secuencias vistos una y mil veces con anterioridad pero que son los adecuados, tanto en los primeros planos, en los medios y en los generales, sumados a esa fastuosa dirección artística, maquillaje y peluquería.
En cuanto al reparto, aparecen todos los personajes ya conocidos funcionando como un metrónomo (aunque la que peor ha envejecido sea Elizbeth Mc Govern). Todos cumplen a la perfección con sus roles sin ningún problema y se convierten en otro activo principal.
Quizás echemos de menos algunas secuencias lujosas pues lo más destacado en este sentido sea el Derby de Ascott y como la cena final queda ensombrecida por otros momentos más recordados como el baile real del primer largometraje. Aun así sigue siendo cine en estado puro y una cinta notable en muchos momentos aunque las expectativas eran tan altas que decepcione un tanto este “Gran final”.




















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