No es la primera vez que escribo sobre él, y siempre suele ser en el mismo tono. Josemari Conejo es necesario. Es imprescindible. Es un ejemplo. Es el símil musical del futbolista. Cuando digo la palabra «futbolista», estás pensando en Maradona, Romario, Cristiano, Mbappé… depende de tu generación, pero Josemari sería ese central aguerrido que ha vivido toda su carrera en la Balona, desde juvenil, ha vivido ascensos y descensos, y no necesita ponerse la camiseta para llevar los colores. Es ese tío que, al verlo en el once titular, suspiras con alivio sabiendo que va a vender la pelleja bien cara. Compositor incansable, no podíamos darle una vuelta al calendario sin que nos trajera novedades. Un, dos, tres… ¡Conejo!

¡Atrévete a ser libre! Sigue la tendencia del Lontananza, la mandolina, o la bandurria, hace el punteo, la guitarra acompaña y es el bajo el que se echa la sala de máquinas a la espalda. Al entrar las estrofas, la guitarra toma un cariz más acústico, valga la rebuznancia, tipo Oasis en Wonderwall. Si cierras los ojos, estás entre una peli de Fellini y una de Jose Luis Cuerda. Como si hubieras llegado a otro país, a otro planeta, y simplemente estuvieras observando a la gente actuar en su día a día. Suena como a fiesta de barrio, o de pueblo. A día especial, pero tampoco una fiesta en toda regla, algo así como un cumpleaños… hasta que el final de la canción habla de la luna llena. Suena a festividad griega, o romana, con el calendario lunar.

La Tierra es plana. La única vez que voy a aceptar esta frase, es más, que la voy a corear, porque todo es cuestión de contexto. No es cuestión de ser negacionista, terraplanista, o gilipollista. Es una interpretación concreta, hedonista, hablando, en el mismo tono costumbrista, de mañana después, cuando el universo parece acogedor y donde todo encaja y tiene sentido. Guiñito a Miguel Bosé y efecto de caer al abismo para cerrar la canción con una media sonrisa picaruela.

Roma. Dos minutos de amor a Roma. Acabo de estar en Segovia, con la escultura de la loba Luperca amamantando a Rómulo y Remo a los pies del acueducto. Sería un buen sitio por donde pasearse silbando, con los cascos puestos.

La guerra que vendrá. Tiene ese efecto descorazonador de Las uvas de la ira, o de los últimos minutos de American Graffiti, donde críos que no podían pedir una cerveza dejaron los zapatos en un lugar de Vietnam que no sabían pronunciar, defendiendo un sistema que no eran capaces siquiera de comprender. La imagen es un poco cliché, pero precisamente porque es común, porque es lo que haríamos cualquiera. Se ven en las ruinas de un bloque bombardeado / se miran a los ojos / se cogen de la mano / Contemplan la ruina que es innata al ser humano / se cogen de la mano / los dos enamorados. ¿En serio nadie ve las similitudes con Palestina? Como dijo Chomsky, el problema de Palestina es que no tiene dinero y no tiene poder, por lo tanto, no tiene derechos. Estamos en un continente que se queda atrás por momentos, en un país que es su chiringuito de veraneo. Pronto vendrán por nosotros, y no quedará nadie que salga a defendernos.

El dolor es más profundo que el mar. Ritmo blues, pero con esa bandurria y el bajo en esa suerte de punteo coordinado. Parece que vaya a entrar B. B. King, o R. L. Burnside, mientras se toman un pelotazo con Bukowski. Esa frase podría haberla dicho el viejo Hank. Cuando lees a Bukowski te llevas la misma impresión que en ese estribillo, como si estuviera soportando el dolor del todo el mundo, a lo largo de toda la historia, en sus hombros, una especie de Atlas metafísico.

Mégara. Un lugar en Grecia y la primera mujer de Heracles —el primero que diga Hércules, se queda sin galletas. Mi sueño es poder estar semanas en la República Helénica (verdadero nombre del país, Grecia, viene de Graecia, la provincia romana), ciudad por ciudad, recreando la mitología: Creta, Megara, Esparta, Áulide, Atenas, Siracusa (vale, es Sicilia, pero bien) … y terminar en las ruinas de Troya, esperando que algún pelado desembarque antes que yo (si no has leído la Ilíada, no pillas el chiste). Esta canción me acerca y me aleja a la vez de este viaje. No es que sea buena o mala… es inspiradora.

Dolores Machuca. Esto suena a country, a guitarra slide, huele a tabaco de mascar y al aire calentorro de Arizona. Al empezar las estrofas, vuelven al sonido JM Conejo, aunque la guitarra tiene ese poso entre blues y country, hablando de la inmensa soledad de las redes sociales. A ver, que tienen su parte buena (Josemari y yo no seríamos amigos sin ellas), pero no es menos cierto que esa adicción a la dopamina inmediata del like, del comentario, del tintineo del mensaje… genera efectos nocivos.

El vals de los corazones rotos. Por fin una canción que sé bailar. El otro día lo vi en una peli: el vals lo inventaron los blancos para que bailaran los que no saben bailar. Ja, ja, ja, seguramente sea cierto. Yo me coordino como un chopo en mitad de un tifón, y, lo que es peor, me da vergüenza, por lo que me paralizo y entonces es cuando no hay manera. De ahí la relación amor-odio que tengo con Travolta. ¡Qué cabrón Travolta! El caso es que, oyendo la letra, ves a cientos de miles de víctimas del capitalismo, con vidas grises, viviendo en los breves ratos libres del trabajo, confundiendo la búsqueda de la felicidad con la del dinero y el patrimonio, atrapados en deudas insalvables para adquirir cosas que el paso del tiempo demuestra que no son tan fundamentales. Tan atomizados que ignoran la inmensidad de la que forman parte, como si fueran una gota autónoma en mitad del océano. Josemari es un escritor inspirador, costumbrista, y me hace conectar con su mensaje.

Movimiento obrero. Todos en pie. Lavaos las orejas, frotando bien. Para mí, la mejor que ha dado. No la del disco, la de toda su vida. Entre la bandurria establece una especie de espiral sónica parecida al Carol of the Bells. Seguro que no te suena, pero es una canción de esas que llenan todos los especiales gringos de Navidad, hasta The Simpsons. Por encima, con acordes amplios y una voz con las ideas claras, nos da una clase de historia. De cómo se consiguen los derechos laborales y sociales o, al menos, como se han conseguido hasta ahora. Huelgas salvajes, buenas hostias de los antidisturbios (qué curioso que cuando salen los de “Moros, fuera”, solo hay abrazos), mucho sufrir y mucha vuelta al coco, pero al final, claudicaban. Las huelgas no sirven para nada, qué va. ¿Territorio con más huelgas al año? Euskadi. ¿Situación de los convenios en Euskadi? Comprueba y verás. Acampadas por Palestina, mareas blancas, marchas por la educación pública, los del metal en Cádiz, y los que me dejo… el hoy es malo, pero el mañana es nuestro.

Para los que quieren reescribir la palabra dignidad, con el ejemplo y no con caligrafía, enlaces del JM Conejo:

Spotify https://open.spotify.com/artist/6O0SAPhUg7qyPQZl8WTCAs?si=QaYkNfRLSdChy3LPjoHsIw

YouTube https://www.youtube.com/@jmconejo5872

JM Conejo – Lugares Comunes (2025)

by: Teodoro Balmaseda

by: Teodoro Balmaseda

Escritor de ficción y crítico desde la admiración. Si te gustan mis reseñas, prueba 'Buscando oro' en tu librería o ebook.

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