Si algo nos distingue a los Sapiens Sapiens del resto de especies, si algo nos hace únicos y seguramente por eso, nos ha dado el poder de construir y destruir a consciencia es el lenguaje, la capacidad de comunicarnos, de enseñar y aprender. Por eso hago acopio de voluntad para no estallar muchas veces cuando compruebo cómo ejecutamos la malversación de la palabra en beneficio propio, de que manera confundimos el mensaje e inventamos acepciones que cambien el significado, pero más todavía al comprobar cómo cala sin dificultad. Nunca he creído en la militancia elitista del lenguaje, es más, me considero firme defensor de alejarlo de las estrechas miras académicas y acercarlo al uso popular que a fin de cuentas, es quien le da uso y le añade vida. Estamos tan confundidos que a veces, pienso que hablar bien va más allá del uso correcto de la gramática, en el preciso instrumento del significado. «Es el mercado, amigo», me repite alguien cuando me quejo amargamente del secuestro de palabras como actitud, rebeldía o incorrección. Cuando trato de dar mi visión de como han prostituido el término punk rock para poder exhibirlo en los escaparates.
Aun queda esperanza, y esta vive en locales de ensayos no en estudios de grabación reconvertidos en programas de ordenador capaces de amoldarse al momento concreto que pide la imposición sobre las voluntades, que por otra parte, ha existido siempre, antaño ha creado más éxitos musicales el poder de la radio que la capacidad de las canciones, no nos llevemos a engaños, solo que ahora son distintos personajes los que colocan correas y aprietan bozales. Ante el gran triunfo del sistema, que fue desposeer al rock and roll de la diversión y de la rebeldía, todavía se levantan lacerantes barricadas de puertas abiertas para quien pretenda disfrutar de una música concebida para dejar fuera los agobios de la vida cotidiana mientras suenan sus estruendosos acordes. Y ahí, se atrincheran The Pisses, que llegan desde Chiclana de la Frontera (Cádiz) con este poderoso e.p. cargado de metralla para dar y repartir.
«Piss the police» es un alegato de actitud punk, velocidad adecuada y un repetitivo «piss the police» que se graba a fuego en tu cerebro para que lo grites hasta que duela la garganta. Una guitarra contundente, un bajo preponderante y ese sonido aguerrido que construye un muro que nada puede derribar por muchas pelotas de goma y porras que caigan sobre él. «The shot waiter» sigue manteniendo vivo ese espectro punk pero lo traslada a la transgresión que supusieron gente como Ministry, Rage Against the Machine o los más irreverentes y metálicos Faith No More -Jim Martin forever-, y es que puede que sea cosa mía, pero el espíritu errante de Mike Patton susurra a mi oído una y otra vez mientras suena este «Piss or die».
Con «Filigrana» la sangre seca de tu boca sabe a metal, producto de los golpes recibidos por esa guitarra de sonido primigenio que recrea la contundencia del riff alternándose con ritmos que te pueden transportar a los 90 antes de que dócilmente fuesen encajonados en una lista de éxitos y una melodía vocal que se vuelve adictiva llevando la canción a un punto creciente. Cierra el e.p. «The problem», orando en un altar colocado tras la barra de un bar a Tom Morello y Mike Patton como santos redentores del rock canalla y comprometido con la santa cruzada de ser incómodos. The Pisses juegan muy bien con la inclusión de partes vocales que se clavan en tu instinto. Un fanático aviso de lo que esta gente puede plantarte frente al rostro pero que se hace irremediablemente corto.
Que voy a decir de ellos,son mis ompares del alma y los quiero con locura.UP THE PISSES!!!!