El corazón de John es una llama trémula. Su alma un arpa. Y la cera derretida mientras el reloj marca los segundos es su música. Una música fresca, tristemente alegre, que muestra la imagen de un creador que no para de componer. Todo suena en el momento preciso. Una armónica que parece que va a la suya. Un bajo acústico que juguetea escondiéndose tras el piano que suena goteante, como una lluvia tibia que refresca la tierra. Esos violines sonando como cuando el alma se roza con el infortunio.
Mi asignatura pendiente es el jazz, saber apreciarlo y distinguirlo. Algo que requiere antes un compromiso con la vida y la libertad. El jazz te acerca al presente. A ese lugar donde pasan cosas imprevisibles. Ese sitio en el que nuestro futuro no está marcado previamente. Un grito en forma de sonido que reivindica el hecho de ser nuestros dueños, nuestro pequeño dios interior.
Este disco, Still Alive, sube un poco más el listón de Alive, que sonaba poniéndolo más fácil. Sin embargo, una vez oído Alive, necesitamos más, y John, progresivamente nos introduce en este estilo musical en el que todo vibra segundo a segundo. Mientras escucho Granada me veo en la Alhambra, en esa terraza con sus vistas panorámicas, entre el sol y la sombra, con una cerveza fresca en la mano mientras John, igual que ese sol que sale y se oculta, nos muestra su luz y oscuridad sin lamentaciones. Con un canto hacia la vida; a seguir viviéndola a pesar de todo.
Estad atentos a este disco. Una obra que seguirá sonando siempre sin perder ni una pizca de calidad. Un trabajo especialmente elaborado para ser presentado en un concierto acústico en la intimidad de la noche con un público deseoso de escuchar música que vuelve a hacerse a la manera de siempre conservando su originalidad.
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