Con la llegada de la pandemia y de estos tiempos confusos parece que estamos regresando al “cine de catástrofes” que asolaron las salas en los setenta y ochenta, coincidiendo con la “Guerra Fría”. Claro está que el formato ha cambiado en esta segunda década del Siglo XXI donde lo que prima es la “pequeña pantalla”.
“El eternauta” es otro producto, basado en una novela gráfica (de Oesterheld y Solano), que, si bien, no es original sí está bien narrado y sirve de homenaje a este estilo que tan buen rendimiento ha dado en el pasado y en la actualidad.
Una historia donde una nieve tóxica produce un altísima mortandad en la población y donde los pocos supervivientes tienen que unir sus fuerzas ante el extraño fenómeno debido a una invasión alienígena no del todo clara.
Un paisaje nevado, desolado y con niebla a lo “Silent Hill”, donde las personas que no han fenecido se unen para el bien o para el mal como en “The last of us”, con un protagonista vagando solo para encontrar a su esposa tipo “Soy leyenda”. Referentes a los que se unen productos de ciencia ficción espaciales como “Starship troopers”, “Independence day” o “la invasión de los ladrones de cuerpos”. Múltiples referentes que unidos dan un resultado que posee ritmo, produce sorpresa y se ve con agrado. Un compendio de clásicos del género, con un guion vibrante donde se nos explica que juntos podemos superar cualquier amenaza, cosa que es imposible en solitario. Argumento social, visto una y mil veces pero que suele funcionar en este tipo de producciones.
Visualmente es irreprochable aunque quizás el último capítulo (y partes de los anteriores) tenga una fotografía demasiado oscura, una técnica deudora del cine de Davis Fincher pero que nadie ha sido capaz de llevar a tan buen término. Aun así, se agradece la correcta factura formal pues Buenos Aires se convierte en otro personaje más, una ciudad separada ante la amenaza.
Su responsable Bruno Stagnaro firma una de las obras televisivas más ambiciosas de Argentina, ofreciendo el protagonismo a su actor más internacional como es Ricardo Darín quien nos regala otra interpretación memorable, acompañado de un elenco acertado destacando a César Troncoso como el amigo pragmático, aquel con quien discutir diferentes visiones y valores morales pero que ayuda cuando debe hacerlo. Unos personajes que movidos por una situación irrespirable cometen aciertos y errores, bondad y maldad (a un tiempo Abel y Caín que cantaba Barón Rojo). Humano, demasiado humano como en la obra de Nietzsche que resume esta notable serie argentina, producida por Netflix.
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