En una desapacible noche, con viento y la lluvia que nos acompaña por la provincia de Cádiz desde hace tres semanas, nos acercábamos a la coqueta Guarida del Ángel de Jerez de la Frontera a disfrutar de todo un homenaje al rock de los ochenta con dos bandas que abanderan ritmos distintos dentro del “rock duro” en español que triunfó en aquella procelosa década del siglo pasado.
Y ya desde la previa en el anexo Tabanco La Lola podíamos departir entre cervezas, vinos y tapas lo que ha significado para muchos de los presentes formaciones como Shalom o Barón Rojo, parte de lo que Flaubert denominó “La educación sentimental” en su maravillosa novela. Un terreno, el pasado, donde muchos fuimos felices o así queremos recordarlo pues así suele funcionar la memoria. Lo que sí está claro es que quien tuvo retuvo porque ambos grupos ofrecieron un buen espectáculo e hicieron disfrutar a los presentes, que si bien no llenaba la sala sí reflejaba un buen aspecto.
Los primeros en parecer fueron Shalom que en su casi hora de actuación dejaron una grata sensación pues sus nuevos fichajes, el batería Ambrosio Marín Ramírez y el guitarra Diego García mejoran lo que había (que ya de por sí no era nada malo). Especialmente García, todo un “guitar hero” que ofrece un punto de distinción a un repertorio basado en su icónico disco de 1989, del que siguen en pie como parte de la formación original el cantante Sebas Guerrero y el bajista Rubén Tamayo, todo un espectáculo en el escenario, con su look de camisa de lunares blancos y sombrero cordobés, sin parar un instante quieto y bajando a tocar con el público su Rickenbaker.
Un “set list” que los que hemos visto en otras ocasiones a los de Algeciras no varía en exceso, desde su apertura con la intro de “La guerra de las galaxias” de John Williams y su pieza de apertura con el corte homónimo y el saludo de “-Shalom, voy pidiendo guerra por ti-”. Desde ahí buenos temas como “Noches”, “No me olvidarás”, “Scherezade”, “¿Qué es mejor?”, “Amargo sabe”, “Gente sin fe”, “Buscando rollo”, su mítica “Cógeme” y el final con “Todo mi amor”. Un estupendo compendio de rock melódico, con el predominio del sintetizador Korg de Eloy, buenos punteos y momentos de lucimiento a las seis cuerdas en un combo bien engrasado que además respetan a sus seguidores pues saludaron a unos onubenses que se habían desplazado a verlos y a Lucy y Dani, la pareja que más veces han visto a los del Campo de Gibraltar en directo desde su regreso tras veinticinco años de parón. Lo curioso es que además son de los más jóvenes entre los presentes en La Guarida del Ángel.
Y si hablamos de veteranía, nadie podría igualar a José Luis Campuzano “Sherpa” y Hermes Calabria con sus setenta y cuatro años a sus espaldas. Mitad de Barón Rojo y actualmente manteniendo el legado de la más importante formación de heavy metal en español con el nombre de Los Barones. Y estamos hablando de su cantante y bajista (además de principal compositor) y el batería, a los que se les unen las guitarras de Dani Moreno y Plácido Rodríguez (que llevaba una divertida camiseta del ex vocalista de Siniestro Total Miguel Costas).
Su actuación se basó en las canciones de Barón Rojo (en esta ocasión no tocaron nada ni de ellos ni de los discos en solitario de Sherpa) pero que se puede decir de un repertorio tan suyo como del público pues la mayoría ha crecido con todas esa joyas atemporales, tocadas con menos velocidad (los años no perdonan) pero el mismo sentimiento. Sigue siendo un recital de calidad, bien ejecutado y con Sherpa bien de voz, tanto como la última vez que visitaron estas zonas meridionales en 2019 en un concierto veraniego en Chipiona.
Su hora y media comenzaba avasalladora con “Casi me mato”, “Son como hormigas” (¡qué vigente sigue su mensaje!) y “El malo”. Sólo con eso podrían reírse de la trayectoria musical de la mayoría de los que han intentado cancelar a Sherpa por motivos que nada tienen que ver con lo artístico pero es que lo que sigue es brutal: “Barón Rojo”, “Campo de concentración”, la versión del “Anda suelto Satanás” de Aute, “El pobre”, la instrumental “El Barón vuela sobre Inglaterra”, esos homenajes al rock que es “Concierto para ellos” y a nosotros “Siempre estás allí”, “Breakthoven”, “Se me escapa el tiempo”, “Resistiré” e “Hijos de Caín”, bautizada por Sherpa como “bisnietos de Caín” en uno de sus divertidos discursos donde recordó una anécdota con Barón Rojo en Puerto Real en los ochenta, un enorme plato de jamón y su alcalde hablando de él como “-caoba pura-“ y atacó al inventor de los nuevos tapones en las botellas de agua.
Pero todavía faltaba una sorpresa final cuando antes de acometer “Los rockeros van al infierno” invitó a subir a tocar con ellos a Daniel Argilés, líder del proyecto de rock melódico ARGI (que con su Ibanez voló durante esos minutos con el Barón) que finalizaba una estupenda noche en lo musical, rodeado, y en comunión de buenos amigos con grupos con ttrabajo y talento, único requisito que se debería tomar en cuenta en un mundo como este pues no deberíamos tomar al músico como intelectual o filósofo. Esa idea del artista comprometido que se debería haber perdido con Mayakovski y aquello de “El poeta es un obrero”.
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