Navasfrías es un curioso pueblo salmantino. Pequeño, perfecto para excursiones micológicas o turismo rural con una bonita iglesia románica y varias casas para alquilar. Cercano de Ciudad Rodrigo pero fronterizo con el norte de Cáceres y el oeste de Portugal. Un cruce de caminos que gastronómicamente se nutre de esas zonas (las Extremaduras española y lusa y Castilla León). Cocina recia, de campo que ha superado los guisos de subsistencia del pasado por otra más noble.
Un buen ejemplo es el Restaurante Lucanus, modesto comedor con pequeña terraza e interior rústico donde conviven los locales con los visitantes en dos zonas interiores separadas.
La verdad es que caso de estar por la zona merece la pena la parada pues se pueden degustar buenos manjares que ofrece la despensa del terreno. Mientras pensábamos que pedir de su pequeña carta nos pedimos unas cervezas que como en buena parte de la zona es Mahou. Barril de cinco estrellas del orgullo líquido de Madrid.
Como entrantes correcta la ensalada mixta, con una lechuga que si bien es cierto que era iceberg sí tenía sabor, acompañada de tomates cherry, cebolla cruda, pepinillo, aceitunas, huevo duro y espárragos.
Mejor la Torta del Casar, el oloroso queso extremeño acompañado de una confitura de frutos del bosque. Ración generosa perfecta para acompañar con el pan que ofrecen, de masa madre y rústico. Maravilloso sabor.
Para maridar pedimos un Ribera del Duero. Un tinto joven de nombre Vega Valerio que funcionó con la potencia de la Torta del Casar y no desagradó con los principales donde destacamos su perfecta hamburguesa de ternera morucha (típica de la comarca) con boletus. Sencilla y deliciosa, con base de ensalada, los hongos en una salsa justo debajo de la carne, de gran sabor. Como colofón pan de mayor consistencia que el de burguer, con su miga y corteza.
Impresionante también su solomillo de morucha. Tierno y desgrasado, cocinado al punto solicitado y acompañado de patatas fritas naturales cortadas en cubos y ensalada. Algo por lo que ya merece la visita al Lucanus.
Postres caseros donde tanto la tarta de queso como la de chocolate estaban espléndidas y un buen tiramisú. Además tuvieron la cortesía de invitarnos a un licor de guindas propio de la zona y que sirvió de colofón a un interesante restaurante al que llegamos por casualidad pero que mereció la pena.
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