En la actualidad lleva el nombre de Restaurante de Alberto pero todo Zamora lo conoce por su antigua denominación. Un nombre espectacular como es Merenduero, comedor interior y gran terraza a orillas del río al que poemó Machado (aunque fuese por su paso por Soria y su curva de ballesta en torno a la ciudad). Un enclave privilegiado en una localidad donde se come muy bien.
Para este ágape con amigos y tras la pertinaz reserva nos adentramos en las entrañas de la cocina castellano- leonesa. Fuerte, de recios sabores y donde la carne suele ser protagonista, con la ternera sanabresa y el lechazo como protagonistas.
Como no podía ser de otra manera, la comida fue maridada por vino de toro (un estupendo Fariña) en los principales aunque con los entrantes preferimos tomar unas cervezas. Tierra donde domina la Mahou.
Interesante nos parece la ensalada de queso de cabra, jamón ibérico y vinagreta de miel y mostaza, buena ración y el queso pasado por la plancha, bastante buenos nos resultaron los calamares a la romana. Ricas anillas con buen rebozado. Nada malo se puede decir de ellos como sucedió con las croquetas caseras de jamón ibérico, con un buen frito y cremosidad en el interior. Platos canónicos y sabores reconocibles.
Entre las carnes es interesante el mogote de cerdo, la parte del cabecero de lomo sin la presa, que ellos preparan a la plancha y con ilustres apellidos como es ibérico de bellota pero si por algo han destacado en el restaurante es por el lechazo que bien se puede pedir por cuartos, a la manera clásica, o desmigado con reducción de sus jugos y acompañado de una parmentier de trufa. Un plato que logró el primer premio en las jornadas del lechazo en Zamora para el restaurante de Alberto. Elegimos esta última opción y no erramos pues se unen en su creación la certeza de lo reconocible con un toque de innovación. Delicioso y saciante.
Tampoco podemos dejar de admirar otro plato contundente como es el arroz a la zamorana. Recio y potente, con el cereal con punto cremoso (aunque sin llegar al del risotto) acompañado de panceta, chorizo, picadillo, salchicha fresca y taquitos de jamón. Además se corona con un toque de pimentón ahumado que le otorga más fortaleza. Cualquier amante de estos guisos poderosos lo apreciará como nosotros. Y este es de los buenos.
Normal que entre una pitanza tan calórica no pudiésemos con los postres y lo sustituyésemos por un café. Pero tenían buena pinta. En otra ocasión seguro que llegaremos.
El restaurante de Alberto o Merenduero es un sitio al alza que reverdece viejos laureles como cuando consiguió el Solete en la Guía Repsol hace unos años. Camino va de mejorar esos oropeles.
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