La trayectoria hollywoodiense de M. Night Shyamalan comenzó con el éxito de su tercera película “El sexto sentido”, manteniéndose durante cuatro películas hasta “El bosque”. Tras ello llegaron unos cuantos descalabros artísticos o de taquilla, tocando fondo con “After earth”, por lo que parecía que su figura iba a ser incapaz de emerger. Gracias a Blumhouse lo consiguió, lo que le ha permitido rodar un par de cintas con Universal («Tiempo» y «Llaman a la puerta») para pasar ahora a otra “major” como es Warner Bros.
Con esta “La trampa” se consigue un ejercicio visual entretenido pero con el que hay que ser muy benevolente para que el resultado final parezca satisfactorio. Y es que hay que reconocer que el Shyamalan es alguien con talento para el guion y la dirección pues con una premisa delirante consigue crear una atmósfera de suspense pero hay que reconocer que el “libreto” tiene más agujeros que un queso gruyere. Y es que lo que se nos propone en esta historia es el intento de escape de un asesino en serie de un recinto musical rodeado de policías y con el impedimento que el concierto ha ido a verlo con su hija.
Lo curioso es que aunque pronto sepamos la horrible personalidad del protagonista por algún extraño motivo estamos deseando que pueda huir y evitar su detención. El hecho de ver a un padre abnegado y con amor a su hija hace que empaticemos, lo cuál tiene bastante mérito. Esta primera parte en el pabellón es lo mejor del filme y su tratamiento de la tensión hace que olvidemos que es inverosímil que un directo de una estrella tenga tantos parones ni que una parte importante de los asistentes estén fuera de la pista y gradas y se dediquen a deambular por los pasillos y graderíos. El problema llega con la segunda parte donde todo lo que sucede es inverosímil y sin sentido. A pesar de ello, resulta extrañamente atrayente.
Así que entre giros y requiebros de guion transcurre una hora y tres cuartos donde Shyamalan nos ofrece uno de sus ejercicios argumentales aunque sin llegar a la altura de sus mejores obras. Divertido pero sin profundidad, una vez se rasca en la superficie.
Trabajo actoral destacado el de Josh Hartnett, al que además le acompaña el físico para que nos creamos a su bombero psicópata con doble vida y el del papel de la niña Ariel Joy Donoghue que funciona a la perfección como adolescente emocionada con ese concierto al que le está llevando su padre sin saber realmente como es él. Algo menos creíble resulta Saleka Night, hija del director, en su primera experiencia en el séptimo arte o Alison Pill.
Aparte lo curioso que encontramos que la investigadora principal del FBI sea una criminóloga y no una psicóloga pues creemos que es la primera vez que vemos algo parecido en la gran pantalla. Parece que los tiempos cambian y que ahora toca reconocer el trabajo de estos denostados técnicos. Veremos en el futuro si los derroteros siguen por ahí.
Así que “La trampa” acaba resultando como un largometraje menor en la filmografía de Shyamalan. No es de los mejores aunque tampoco un descalabro y puede resultar un “divertimento” ligero para pasar la tarde.
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