Justo antes del comienzo de la cinta, tras los anuncios de otros estrenos, aparecía el director M. Night Shyamalan agradeciendo a los espectadores ir a ver su película y haciendo un alegato de su cine: “thrillers” originales realizados para la pantalla grande y no para televisión. Una bonita forma de defender la grandeza de asistir junto a unos cuantos desconocidos de la magia de una sala oscura con los mayores adelantos en imagen y sonido, algo que aunque queramos nunca podremos tener en casa.

Shyamalan se puede permitir algo así pues su nombre se vuelve a reivindicar, tras un comienzo arrollador con su tercera película “El sexto sentido”, seguidas por obras tan notables como “El protegido”, “Señales” o “El bosque” (estas últimas injustamente vilipendiadas por un sector del público y crítica). Tras el fracaso de “la joven del agua” y la tibia recepción de “El incidente” tocó fondo con “Airbender” y, sobre todo, «After earth» (sin duda su peor largometraje). Cual “ave fénix” resurgió de sus cenizas, de la mano de Jason Blum, con la modesta pero interesante «La visita», “Múltiple” y «Glass». Ahora deja Blumhouse para regresar a una “major” como Universal para narrarnos esta curiosa historia sobre un grupo de turistas que llegan a una espectacular playa desértica donde empiezan a envejecer por momentos.

El filme parte de una premisa espectacular y tiene momentos de gran tensión, pulso narrativo pues su más de hora y tres cuartos de metraje pasa en un suspiro, además de demostrar Shyamalan su destreza con la cámara ofreciendo planos secuencias, movimientos de un lado a otro o primeros planos de las reacciones de los personajes sin mostrar lo que sucede para crearnos una intriga  y mantener el misterio de la trama. Es un buen intento y filmado en su gran mayoría en la localización de la extraña playa rodeada de acantilados, un paisaje “kárstico” que impresiona e impone. El problema es que el Shyamalan guionista no está a la altura; demasiado explicativo y con algunos diálogos y situaciones rozando el ridículo, sumado a algún “deus ex machina” difícil de defender. Un “libreto” que en algunos pasajes nos recuerda a esos momentos estrambóticos de Damon Lindeloff en “Perdidos” por lo que el giro final (una de las especialidades de Shyamalan) nos lleva a compararlo con la Iniciativa Dharma.

A pesar de todo, el resultado final es una correcta película de suspense que debe ser vista con benevolencia pues sus virtudes superan a sus defectos. Seguro que con un guion más apuntalado hubiese sido mejor largometraje pues como en otras producciones nos quedamos con las ganas de una moraleja que se apunta pero no se concreta: el “carpe diem”, el aprovechar el tiempo entre tanta confusión y prisa de nuestra vida occidental, lo bueno que tenemos y que descubrimos su posesión cuando lo perdemos sea por enfermedad o vanidad.

En ello los diferentes roles son esquemáticos, casi de cómic, pero válidos para situarnos dentro del misterio, encabezados por el mexicano Gael García Bernal (con un papel de relevancia en Estados Unidos desde la espléndida serie “Mozart in the jungle”) y Vicky Krieps (cuyo mayor hito hasta ahora era «El hilo invisible» de Paul Thomas Anderson) acompañados de un acertado Rufus Sewell como villano de la función, una antigua actriz de culto en el terror de finales del XX y principios del siglo XXI como Embeth Davidtz (“El ejército de las tinieblas”, “The hole” o “13 fantasmas”), el Miles Straume de “Perdidos” Ken Laung o actrices al alza como Thomasin Mc Kenzie o Abbey Lee. Juntos conforman un reparto acertado junto a un equipo técnico donde destacan los nombres del músico Trevor Gureckis, último colaborador de Shyamalan desde la serie “Servant” o la más vistosa fotografía de un especialista en el terror como Mike Giulakis, cinematógrafo de cabecera de Shyamalan desde “Múltiple”, o de otros especialistas en fantástico como David Robert Mitchell, con el que ha trabajado en sus dos geniales obras “It follows” y «Lo que esconde Silver Lake» o Jordan Peele en “Nosotros”.

Tiempo

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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