El último fin de semana de julio se presentaba caluroso de nuevo después de una mínima tregua con el salto del viento de poniente, que de nuevo cedía su lugar «natural» a un levante en el punto de salida reposando en calma esperando paciente el momento de saltar, y ya hacía sentir su efecto en el numeroso público que se repartía por los jardines de La Bodega Las Copas de Gonzalez-Byass, refrescándose a la espera de la llegada al Tío Pepe Festival de La Oreja de Van Gogh. Sobre las 22.15 horas, se apagaban las luces y un Tío Pepe Festival con un lleno espectacular abría sus brazos a los de San Sebastian que van ya cerca de cumplir sus tres décadas en el mundo de la música, desde aquel lejano ya «Dile al sol» de 1998 que tantas suspicacias levantó en su momento -han vuelto a salir a luz hace poco, pero pelillos a la mar- y a la vez tanto éxito cosechó convirtiéndose sus canciones en habituales de las radio fórmulas, por donde han desfilado posteriores discos.
«Cuídate» abre la noche y bastan tan solos unos segundos para que el público asistente abandone sus asientos -este año el Tío Pepe Festival ha alternado conciertos sentados con otros en pista- y se ponga de pie, mostrando así las ganas de recibir a una banda que a fin de cuentas, sus canciones se han convertido en santo y seña de una generación que ya comienza a acumular hojas de calendario arrancadas. La banda a lo suyo, acomete un set list plagado de éxitos asegurados. La noche jerezana se envuelve con canciones como «El último vals», «Paris» o «Soledad» que ganan en calor y color arropadas por las gargantas de un público entregado, en un viaje que debería de ser de ida y vuelta, pero no termina de fluir con una banda no excesivamente comunicativa, más aun cuando juegas con la ventaja de tener la batalla ganada desde el primer instante como era el caso teniendo en cuenta la entrega percibida desde debajo del escenario.
Siguen sonando canciones celebradas y rememoradas que afianzan la comunión de los seguidores de La Oreja de Van Gogh, aquellos que han venido esta noche a verles, a fundirse en el ritmo que marcan sus letras, sus acordes. «Puedes contar conmigo» o «La Playa» se magnifican porque a fin de cuentas, son ya historia del pop manufacturado en este país. Las miradas se centran en Leire, que afronta con experiencia y buen hacer, pese a algún desliz ocasional, un cancionero bien trabajado, arropada por unos músicos correctos de los que cuesta destacar a alguno de ellos por encima de otro. La Oreja de Van Gogh abandona el escenario, ante la expectación de unos fans que reclaman su vuelta, que se produce para cerrar la noche con «Pop» que se cuela por cada rincón del Tío Pepe Festival convirtiéndose en ese momento festivo que anuncia el final, que se cierne sobre La Bodega Las Copas con «Muñeca de trapo» y «20 de enero».
Fotografías de Adrian Fatou. Cortesía de Tío Pepe Festival.
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