Siempre se habla de Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam a la hora de definir el soundtrack de la Generación X. Sin embargo, Jane’s Adicction fue pionera, abrió la puerta para que el resto alcanzara el mainstream. Inclasificable, con su mezcla de hard rock, psicodelia, funk y postpunk, siempre se mantuvo en la periferia. Los californianos nunca fueron un grupo para las masas; puede que por ello continúen conservando su condición de outsiders.

Tener la oportunidad de disfrutar de la formación original —Perry Farrell (cantante), Dave Navarro (guitarra), Eric Avery (bajo) y Stephen Perkins (batería)— no tiene precio. Mucho ha llovido desde 1991. Por el combo han pasado diferentes bajistas —Flea, Duff McKagan, Chris Chaney, etcétera— y editado material —Strays (2003) y The Great Escape Artist (2011)— que los ha mantenido en la brecha hasta el presente. Discos correctos, no obstante, palidecían en comparación con las glorias del pasado. Durante los últimos tiempos, Navarro se mantuvo alejado de los escenarios debido al COVID, Avery trabajó con Garbage durante años, Farrell y Perkins salieron a la carretera a principios de año para la gira de despedida de Porno For Pyros.

Con el regreso de Avery, la banda ha centrado su repertorio en los tres primeros elepés por lo que siempre serán recordados. No es difícil imaginar que una de las condiciones del bajista fue que el material perteneciera a la etapa en la que formaba parte del combo. Elección lógica que el público agradece. Al fin y al cabo, la música se ha convertido en un ejercicio de nostalgia. La gente asiste a conciertos para disfrutar de los temas clásicos, aquellos por los que amaron al grupo en cuestión y que les recuerdan los viejos tiempos, antes de que las redes sociales y el auge de la tecnología cambiara nuestra forma de disfrutar el arte. La primera gira europea de Jane’s Addiction en ocho años con fecha en la sala Riviera de Madrid. Sold Out desde hace meses… Una oportunidad entre un millón.

Abrieron los teloneros, Neon Delta, banda con influencias del hard rock y glam metal ochentero, que despacharon temas propios y covers en español de «God Save the Queen», de The Sex Pistols; «Man in the Box», de Alice in Chains; y el homenaje «Just Because», de Jane’s Adicction como despedida. Buen aperitivo previo al plato principal.

Cambio de instrumentos. Apagaron las luces y los angelinos empezaron con la mística «Kettle Whistle»: una elección estupenda. «Whores», «Pigs in Zen» y «Ain’t No Right» encendieron a los presentes. «Ted, Just Admit It…» cayó como una bomba, siendo coreada —Sex is Violent— hasta la saciedad. Sin duda, cuando el grupo suena como The Doors pasados de anfetaminas, lo borda.

Farrell —delgado y frágil— estuvo a la altura. No desafinó en ningún momento, se lanzó en una serie de speechs hilarantes —incluido su deseo de disfrutar de un «coño español» (sic)— jugueteó con sus pedaleras de voz y se ventiló una botella de vino durante el show. Hablamos de un señor de 65 palos que ha pasado por todos los excesos posibles. Resulta milagroso que continúe al pie del cañón. Genio y figura… Mención especial para Perkins: disfrutaba como un niño detrás de los bombos, riendo y pulverizando la batería. No dejó de sonreír en ningún momento.

El espectáculo continuó con «Summertime Rolls» y la acústica «Jane’s Says». Por muchas décadas que pasen, no pierden su condición de himnos. Conmovedoras. En «Up the Beach» el protagonismo recae sobre los solos de Navarro. Para cerrar los ojos y dejarte llevar a otro universo junto a las líneas sólidas de Avery, que continúa tocando su instrumento a la altura de las rodillas como un chaval.

Una sección rítmica engrasada, Farrell radiante y Navarro —uno de los guitarristas más infravalorados de la historia— que actuó en todo momento como un Dios de las seis cuerdas. La banda sonó madura y compenetrada. Si nos ceñimos a la leyenda, pocas han sufrido tantas disputas internas como los angelinos. Se notaba que el combo lo estaba pasando genial, existía gran química entre ellos y, por extensión, con el respetable.

«Three Days» fue el momento álgido del concierto. Once minutos de metal, rock progresivo, psicodelia y desbarre. Farrell se marcó unos bailes de chamán, tocó las congas y las maracas. Obra maestra indiscutible que dejó al público temblando.

Sin un segundo de respiro siguieron la épica «Mountain Song» y «Then She Did…» completa. Seis minutos sobre la pérdida de los seres queridos. Joya escondida en los surcos del Ritual de lo Habitual (1990) que se agradece escuchar en vivo. Señores y señoras. Nosotros tenemos más influencia con sus hijos… «Stop!» estuvo a punto de volar el techo de la Riviera. Un corte que nunca falla a la hora de hacer bailar el pogo al respetable. Energía cruda.

Para los bises, la festiva «Been Caught Stealing» sin los ladridos de los canes y, como cierre sorpresa, «Chip Away», con la banda al completo a la percusión. Pura locura tribal. Entre bambalinas, las señoras del combo se sumaron a la fiesta. Imposible pedir más.

No puedo imaginar lo que hubiera significado ver a Jane’s Addiction en los noventa, en pleno festival Lollapalooza. Pese a la opinión de los más cínicos, la formación continua en plena forma. Temas interpretados con arte y oficio, carentes de nostalgia, que nos trasladaron durante una hora y media a otros tiempos, cuando todo apuntaba a que el rock and roll conquistaría el planeta. Repetiría sin dudarlo.

Setlist 

Kettle Whistle

Whores

Pigs in Zen

Ain’t No Right

Ted, Just Admit It…

Summertime Rolls

Jane Says

Up the Beach

Three Days

Mountain Song

Then She Did…

Stop!

Encore:

Been Caught Stealing

Chip Away

 

Alexis Brito Delgado (1980). Poeta, narrador, reseñista. Autor de las novelas «Luz Blanca/Calor Blanco» (Romeo Ediciones, 2020) y «Choca contra el sol» (Romeo Ediciones 2022). Instagram: @starkbrito. Mantiene su página web en https://alexisbrito.blogspot.com/

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