Su título evoca el “Anatomía de un asesinato” de Otto Preminger, todo un clásico del cine y uno de los dramas judiciales más importantes que ha dado el séptimo arte. “Anatomía de una caída” también tiene esa vocación de trascendencia, más si contamos con su Palma de Oro en Cannes, pero no creemos que llegue a erigirse como una obra maestra (eso el tiempo lo dirá) pues a pesar de ser indudable su valor cinéfilo y sus múltiples virtudes no termina de llegar del todo al espectador por culpa de algunas soluciones posmodernas que confunden en un guion bien hilado y de múltiple interés. En ese campo, la Justine Triet (junto a Arthur Harari) guionista es superior a la Justine Triet directora.
Una Justine Triet que se desvela en éste filme como una realizadora a seguir pues su filmografía anterior no era en absoluto destacada, con cuatro películas mediocres en su trayectoria de diez años. “Anatomía de una caída” es su confirmación. Un “thriller judicial” que comienza con una muerte que no se puede revelar como suicidio o asesinato, lo que lleva a su protagonista a ser juzgada. A partir de ahí, saldrán a luz los problemas familiares debidos aléxito dispar del matrimonio y a la culpa por la discapacidad del hijo, tras perder la vista en un accidente.
Toda la parte del juicio está filmada de manera clásica, aunque con el personaje del fiscal algo histriónico (en algunos momentos parece el alivio cómico) frente a la mesura de los defensores aunque la novedad es que el peso de la narración lo lleva la inculpada que puede responder a todas las preguntas en forma de careo. Además, ella es alemana por lo que decide hablar en su idioma materno en algunas ocasiones por lo que los miembros del proceso penal requieren de traducción simultánea, utilizando un recurso de otro largometraje mítico sobre el tema como es “Vencedores o vencidos: los juicios de Nuremberg” de Stanley Kramer donde con el personaje de Maximiliam Schell se jugaba la misma baza de empezar en alemán para cambiar al original en la misma secuencia y que el espectador pueda entender sin necesidad de subtítulos que sigue hablando en su lengua materna.
Unas formas clásicas en buena parte de sus dos horas y media de metraje que, sin embargo, comienzan casi a la manera de Lars Von Trier, con una entrevista filmada con unos móviles planos- contraplanos con una música ensordecedora en bucle. Nada menos que un instrumental del rapero 50 Cent. Una secuencia molesta, por su agresión a los sentidos (sin llegar a los límites de, por ejemplo, Gaspar Noé en “Lux Aeterna”) pero que resulta provocadora pues poco tiempo después llega la caída, por lo que según avanza la narración cobra cierto sentido. Noes el único momento posmoderno pues la banda sonora no sólo se recrea en el tema rapero sino en una mala ejecución del “Asturias” de Albeniz, tocado por el hijo de la pareja que parece que puede ser importante en la historia aunque no termine triet de desvelar cuál es el sentido (quizás la vida incompleta del matrimonio).
“Anatomía de una caída” es un ejemplo de buen cine moderno que además tiene el añadido de beber de la fuente de los clásicos aunque su puesta en escena sea más contemporánea. Algo que puede naufragar pues juega con bastante riesgo tanto en su dirección, su edición y en múltiples diálogos pero que consigue salir airosa de todas las complicaciones que nos propone este enigma sobre el pensamiento actual en los roles de pareja y el cuidado de los hijos, algo que es valorado por la cinematografía actual pues a su premio en Cannes han llegado unas cuantas nominaciones a los Globos de Oro y, a buen seguro, a los Oscars, tanto para Justine Triet como para una estupenda Sandra Hüller quien lleva el peso de un reparto cuanto menos irregular.
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