El Músculo del Amor de la ALICE COOPER BAND cumplió medio siglo. Muchos dicen que es el disco menos bueno de todos los que el grupo llegó a grabar, siendo el último de una pequeña lista sagrada que enumeró piezas maestras para el desarrollo del Rock duro americano en los 70.

Personalmente es un álbum que obviamente me gusta, pero ocurre que si has creado obras como «Killer» o «School’s Out», ocurre amigo que has colocado el listón demasiado alto, estás en la cumbre de un posible podium personal, tienes un jodido problema contigo mismo, con lo que vayas a poder hacer a continuación. Quizás sea razonable entonces parar, dejarlo allí donde no va a ser posible superarlo, me refiero a que puede ser apropiado y llegado el momento, ser consecuente, consciente de tus propios deseos, tus propias satisfacciones, tu evidente vulnerabilidad artística, consciente digo de hasta dónde puedes llegar sin tener que sufrir con ello. Aquello de la proporción, del sentido de la precaución, del reconocimiento que siempre exige la estabilidad interna de cualquier expresión artística que pueda considerarse dueña de sí misma. A quién le importa.

Lo que nunca tuvimos y entiendo debiera haber sido justicia en aquellos días de gloria para tan asombrosa experiencia de Rock, sueño y fantasía eléctrica, no cabe duda que tendría que haber sido una edición de celebración en vida en forma de doble álbum en vivo, vinilo de carpeta deslumbrante que al abrirse mostrara portal dimensional hacia los mundos de hechizo que la banda de la Bruja recreó en estudio, grabación de época que nos regalara purpurina, guillotinas, monstruos y guitarras gigantes mientras la voz de Furnier transmitía visibles espectros de lo que el Rock incendiaba en la oscuridad, cuando las luces brotaban desde la nada inundando el escenario de todo aquel imaginario de poder adolescente. Nunca perdonaremos la inexistencia de un doble álbum en directo de la ALICE COOPER BAND.

No obstante, «Muscle of Love» sigue siendo y hoy más que nunca, si es que se tienen en cuenta los últimos 35-40 años transcurridos desde su edición…uno de esos discos que sirven como ejemplo para ilustrar las capacidades ya perdidas de un estilo antaño imaginativo, de magnetismo y sustancia creativa fuera de órbita.

Lo que en su momento fue susceptible de ser considerado decepcionante debido a la altura innegable de sus precedentes, la actualidad del género lo muestra como obra inalcanzable para cualquier artista nobel recibido con honores por el negocio. Así de extrañas las cosas funcionan fuera de su tiempo, así de obtusas inevitablemente tomadas sin perspectiva dentro de la coyuntura que les ve nacer.

Nada nuevo se revela en términos de apreciación sobre lo que el Rock de nuestra memoria mágica defiende como imágenes sorprendentes para un tipo de realidad que luego crece reinando en la nostalgia, idealizados sus límites por derecho propio. Sensación amarga…? Quizás no, no tendría por qué…EL MÚSCULO DEL AMOR debilitaba la erección del grupo tras haber eyaculado repetidas veces con la fuerza de un falo titánico pleno de energía, testosterona dramática, pegajosa y siniestra que impregnó algunas de las mejores canciones transmitidas a través del Rock hecho en los 70. Punto.

La media centuria le sienta bien, cincuenta de cifra redonda y brillante, un adiós de lejanía que los años convierten en un placer cercano, cariño de vástago desfavorecido, más tierno, esencial, profundo, para nada incomprensible, para nada incomprendido. Son muchas las veces que el amor se pronuncia enrarecido, confortable como vivencia en su inabarcable misterio, sintiéndose aislado, pronunciándose rotundo como muestra de imperfección. Es bello.

El amor es bello…imperfecto, describe silencios, debilidades, triunfos, miserias, ausencias y sueños, lenguaje del alma que el Rock comunica muriendo para volver a nacer, en ciclos de vida, reinventando si puede aquello que expresa, recrea y siente…nada más. El amor es la clave, incluso si el tiempo le otorga virtudes que nadie consigue entender.

by: Lyd Heavyman

by: Lyd Heavyman

Adicto al Rock, las guitarras, los cómics Marvel de los 70, el cine mudo alemán, los libros que no puede entender y la tortilla de patatas de la venta Quemada.

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