Noche de fusión en el Jardín de Invierno en pleno día grande de las fiestas del Pilar de Zaragoza. El ambiente lo habían caldeado previamente Mabuse & Los Compayos con su crisol de rumba, funk, rock y todo lo que pase por su local de ensayo. Rocío Márquez y Bronquio venían a presentar Tercer cielo (2022). Un disco rompedor y sin complejos que destroza las fronteras de lo tradicional y la vanguardia para fusionar elementos aparentemente irreconciliables. Tercer cielo es un disco ecléctico, tan repleto de texturas como de contradicciones. Vamos, uno de esos discos de flamenco ante los que los puristas se rasgan las vestiduras y, a la vez, provocan la sonrisa maliciosa de los que disfrutamos de artistas inquietos. Una apuesta arriesgada que para un servidor fue uno de los mejores discos nacionales del año pasado.
Si el disco es transgresor, la puesta en escena también lo fue. En directo, Rocío Márquez y BRONQUIO buscan lo simple, nada de grandes montajes escénicos, todo lo contrario, una mesa para el productor, una silla para la cantora y unos focos colocados en un semicírculo. A una propuesta escénica tan espartana supieron sacarle todo el partido a base del sentimiento de la voz de Rocío con las bases y ruidos de Bronquio.
Como en el disco, la voz de Márquez fue el centro del concierto, eso sí: a veces sonaba pura y otras veces distorsionada por ese loco de la electrónica (aunque empezó en el punk) que es Bronquio. Las atmósferas y pasajes sonoros del productor jerezano sirvieron de colchón a la tremenda voz de una Rocío en estado de gracia. La habilidad de Bronquio para samplear palmas y taconeos y devolverlos convertidos en sonidos casi irreconocibles me dejó perplejo. Frente a la sobriedad de Rocío, Bronquio se muestra en directo desenfadado y divertido, puro contraste de personalidades.
No fue un concierto fácil para los no iniciados, lo admito, su arriesgada propuesta puede resultar extraña y algo fría al principio, pero el concierto fue ganando temperatura y cuerpo con el paso de las canciones. Me quedo con sus interpretaciones de Un ala rota (Garrotín), Droga cara (Aguilando), De mí, La piel #2 (Seguiriya) o el éxtasis final con Aquel que se va diciendo en silencio qué grande es la libertad.
Tampoco fue el concierto más multitudinario de los celebrados en las fiestas del Pilar en el Jardín de invierno, ni falta que hacía. Ya sabes: La música es para las masas, la sutileza, no.
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