Al igual que las copas de algunos árboles
no se tocan entre sí, existe una timidez del alma
actuando para que nuestra esencia
no se roce con cualquiera.
La distancia necesaria para que se desarrolle
el espíritu. Y en esa soledad permanecemos
toda la vida, llamitas que no se juntan,
inconscientes de su poder si se unieran.
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