Las fantasías ambientadas en mundos imaginarios a lo Tolkien está claro que tienen un público objetivo, muchos de los cuales pasaron su infancia y adolescencia marcadas por los juegos de rol y primeras videoconsolas. A partir de ahí, su pase a la gran o pequeña pantalla ha tenido éxitos y fracasos. Desde las epopeyas ochenteras como “Willow” (con la que tiene este “Dragones y mazmorras numerosos puntos en común), “Legend”, “La historia interminable” o “La princesa prometida” hasta el renacer con la traslación de peter Jackson al mundo tolkiano con “El señor de los anillos” y “El hobbitt” hasta el renacer televisivo con “Juego de tronos”, “La casa del dragón” o errores de taquilla como “Warcraft: el origen” o artísticos como la serie de «Willow».
Este “Dungeons & Dragons: honor entre ladrones” (no entendemos el por qué no han traducido el título del juego a “Dragones y mazmorras”) por fortuna no comete los errores de la serie ambientada en la mítica película de Ron Howard y nos ofrece dos horas y cuarto de metraje entretenido, con acción a toda velocidad, golpes de humor y la historia que esperamos: de enorme maniqueísmo, con buenos muy buenos y malos muy malos. Lo esperado pero narrado como si de una campaña de rol o pantallas de un juego se tratase. Un guion donde no se complican y ofrecen al público lo que desea ver, evitando teñir todo de la ideología imperante en estos tiempos. Por lo tanto, un vehículo pensado para pasar un buen rato en el cine y salir con una sonrisa.
Lo mismo sucede con la puesta en escena por obra de John Francis Daley y Jonathan Goldstein, especialistas en comedias desenfrenadas como “Vacaciones” y “Noche de juegos”, cintas donde gente normal acababan sufriendo todo tipo de catástrofes y desdichas en tono de humor. Misma idea que han llevado en esta primera entrega de “Dungeons & Dragons” donde han tomado prestado personajes y territorios del juego y los libros para contarnos una intriga que promete ser la primera de muchas. Rodado de forma lineal (con algún flashback para presentarnos las motivaciones) los personajes son arquetipos, con honor y buenos sentimientos aunque sean pícaros simpáticos y unos malvados que se basan en la codicia o en el dominio de la población, como si de tiranos se tratase, esclavizando a la población.
Y si funciona la mecánica dirección sucede lo mismo con el reparto encabezado por Chris Pine, lejos del registro de su “Capitán Kirk”, como “pillo” simpático e inteligente en los preparativos, como Val Kilmer en “Willow”, acompañados de Michelle Rodríguez como “fuerza bruta” y los encantadores magos, tanto el que no cree en sí mismo como la druida con capacidad para transformarse en cualquier animal. Entre los villanos una poderosa maga y un Hugh Grant en un papel que le va “como anillo al dedo” de caradura avaro y que traicionaría a cualquiera por dinero.
Además alegra ver en una superproducción de este calibre, múltiples nombres novedosos como el de la fotografía de Barry Peterson (cinematógrafo de confianza de Daley y Goldstein), la edición de Dan Lebental (montador de sagas de Marvel como “Iron Man” o “Ant Man”) y la banda sonora de Lorne Rolfe (en mundos fantásticos compuso la música de la desequilabrada serie de «La rueda del tiempo») a lo Hans Zimmer. Técnicos no reconocidos pues ninguno de ellos han conseguido nominación al Oscar, lo mismo que sucede con los directores y el reparto, salvo Bradley Cooper que aparece en un divertido papel secundario. Por cierto: también aparece en un pequeño rol el guitarrista de Rage Against The Machine Tom Morello.
Así que entre todos estos nuevos talentos han conseguido un “blockbuster” que esperemos que funcione bien en taquilla pues a pesar de sus defectos, sí posee el tono exigido a este tipo de largometrajes para toda la familia, con los buenos y malos definidos, las motivaciones amorosas también y la acción y el humor que puedan ser inteligibles por grandes y pequeños. Y además con un argumento divertido, una dirección competente con el tono clásico del cine de aventuras donde pasan múltiples cosas sin necesidad de discursos morales.
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