Soy de ciudad pequeña. Logroño tiene unos 160.000 habitantes, y La Rioja a duras penas saltará de los trescientos. No escribo a la luz de un candil, ni bajo a lavarme el culo al río, pero, cuando estoy en ciudades grandes, como hace poco que estuve en los madriles… me estreso. El metro me da ansiedad, porque si te pasas de parada igual apareces en Badajoz. El caso es que, estando allí, una amiga más madrileña que el chotis me dijo «Es que hablas como si hubiera un Madrid, y son decenas, cientos». Yo encontré varios, y reencontré uno: el Gruta 77. Hacía como seis años que bajé por allá a presentar mi primer libro y me hice colegui del que andaba tras la barra. Al poco tiempo me enteré de que cantaba en una banda y, a medida que he ido tirando líneas, se me había quedado la espinita de destripar a Amón Ra y su banda Las Madres. Parece una chorrada, pero entrar allí, en pleno cisco de las Rockin’ Ladies, y que te reciban con un abrazo, una caña gratis y un disco de regalo, vale oro. Un, dos, tres… ¡Amón Ra!
La marabunta. Ese primer riff desperezado tiene un rollo The Clash en Should I stay or should I go, aunque, viéndolo con perspectiva, también suena al No hay tregua, de los Barricada. Mero espejismo. En cuanto entran las voces, las guitarras cogen un poso AC/DC. Suena mucho al viejo Angus, por ejemplo, en las estrofas del Hard as a rock. Ese bajo va reventando cráneos y culos al mismo tiempo, como el de los Deep Purple en Smoke in the water. Correr no siempre da calidad, y este es de esos medios tiempos hard rock que no le quita un pelo de contundencia. Como contraste, unos coros cojonudos en los estribillos. Esos gritos alargando interminablemente las vocales en ¡Cuidado! Hacen un juego cojonudo a los estribillos. Instrumentalmente es una pasada. Rock de la vieja escuela, entre AC/DC y Black Label Society (llevo unas semanas obsesionado con Zack Wylde y hasta las coplas me suenan a él). Por seguir poniendo ejemplos, Wild Road Rollers. Pondría a los ZZ Top, pero Las Madres son más contundentes, guitarras más pesadas.
El árbol del ahorcado. Me suena como refrán, como dicho despectivo para los pueblos pequeños: «no hay más que una fuente y el árbol del ahorcado». Esto sí que es un medio tempo, medio acústico. El bajo, una guitarra sin distorsión y una batería que le pega con ganas —estoy pensando en Dave Grohl como una bestia enjaulada en el Unplugged de Nirvana—. No sé por qué, pero suena entre el Camino Soria de Gabinete Caligari y el Ecstasy of gold de Ennio Morricone. Igual estoy flipando, pero si tuviera disponible a Scorsese y presupuesto ilimitado, lo ambientaría como una peli del oeste, con Clint Eastwood, su poncho piojoso y todo. Me gustan los coros, esas vocales alargadas hasta que el pulmón se queda sin aire… tiene un aire a Gorillaz en los estribillos de Feel Good. Vale, la comparación tiene tela, el salto de estilos es el Gran Cañón del Colorado, pero ese buen rollo de los estribillos contrasta genial con el peso instrumental de estos cuatro. A media canción, he tenido un espejismo con George Michael en Faith. Será el guitarreo. Vale que las comparaciones no son muy rockeras, pero Las Madres molan, y son rockeros que flipas. Acaban volviendo al riff inicial, para soltar un punteo muy blusero, de la vieja escuela.
Cuenta nueva. Cambio total de tercio. A la mierda los medios tempos. Un punteo en una especie de decrescendo y sale la batería como un caballo de carreras. Esto sí que me trae buenos recuerdos. Suena a los Barricada, a Ilegales cuando se ponen cañeros, a Reincidentes… rock con espíritu punk, ganas de correr y sentirse libre. Al parar el guitarreo en las estrofas, se revela la solidez de sala de máquinas. Ese bajista es la transmisión que conecta la energía de la batería y los chispazos de las guitarras. Cuando se queda casi a solas con la voz, se comprueba que no ha bajado ni media décima la intensidad en todo el disco. Es inevitable mover la cabeza al ritmo de la caja, y pensar en Lentejuelas, de Barricada, cuando el batería va tirando trallazos a los platos en medio de los estribillos, para hacer un minipuente que nos lleva de vuelta al riff inicial para lanzar un estribillo y un solo a lo Thin Lizzy en Waiting for an alibi. Estoy acostumbrado a dejar la cara B para el final, o dejar una canción a medio gas, una medio baladita romántica, y esto se agradece. La última, la más leñera. Uno de los puntos fuertes de Las Madres, sin duda, los coros. Da la sensación de tener treinta tíos berreando a un tiempo, con mucha fuerza.
Todo un universo de dieciséis minutos que estaba en un estante de un garito de un barrio de Madrid. ¡Con lo grande que es Madrid! Se me ven los colores, ya lo sé, pero es que Amón Ra, aparte de buen voceras, es un tío dabuten. Si pasas por el Gruta, dale un abrazo de mi parte, y llévate un disqui.
Para los rockeros de la vieja escuela, enlaces de la banda:
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