“La mujer rey” es una película fruto de estos tiempos que nos han tocado vivir. Cine de acción con cierto regusto clásico que intenta actualizar todas esas cintas de antaño del cine colonial donde el británico era un héroe que luchaba contra las hordas de nativos y que ejemplifican títulos como “Zulú”, “Beau Geste” o “Khartoum”. El asunto es que a pesar de que entremos en territorios revisionistas y de cultura “woke” no existe la crítica propia como sucedió en el “western” a partir de “Soldado azul” pues en este mediocre largometraje no hay ápice de británicos esclavistas sino, como en la actualidad está de moda, el testigo de esas atrocidades es para españoles y portugueses desde que Spielberg con “Amistad” lanzase una “cortina de humo” sobre las miserias británicas u holandesas. De hecho, en los últimos años ya hemos visto en varios audiovisuales esta tendencia comenzando por la series «Outlander» o recientemente «Black Panther: Wakanda forever».
El guion de Dana Stevens nos narra la lucha de un batallón de mujeres guerreras que deben luchar contra un clan rival y la presencia de unos europeos que llegan a comprar esclavos. Hasta ahí podría funcionar si se limitase a ofrecernos cine escapista, con buenas secuencias de acción y una explicación política. Pero su directora Gina Prince- Bythewood falla con clamor en las escenas bélicas pues rueda con atropello, en formato videoclip, con un montaje demasiado acelerado y demasiados planos por lo que, como sucede en buena parte de este género en la actualidad, es complicado saber quién mata a quien y como lo hace. Además la falta de sangre en cada golpe de lanza o machete lamina la verosimilitud. Su responsable más parece centrada en demostrar la fortaleza y rapidez de estas guerreras con movimientos coreográficos y potencia en los golpes. Es como si uniésemos las escenas de “Braveheart” con “300” pero con mujeres.
Para colmo, no se centra en la épica sino que introduce un drama folletinesco con hijas perdidas y amores imposibles que no termina de casar con lo que se nos está narrando, sumado a una fotografía demasiado pulcra pues aunque no tiene defectos formales no acentúa el carácter del paisaje africano como un protagonista más, lo cual nos hace recordar numerosas epopeyas rodadas en el continente “negro”, con técnicos más solventes que Polly Morgan. Y más si tenemos una banda sonora como la de Terence Blanchard y Lebo M. que utiliza todos los tópicos que se puede esperar en una cinta bélica en África. Otro error de Prince- Bytherwood es el exceso de metraje pues sus dos horas y cuartos se hacen “cuesta arriba” en numerosas secuencias.
En el capítulo artístico el reparto está comandado por actrices expertas y otras más noveles pero al no tener evolución (salvo la joven Thuso Mbedu) ni “viaje del héroe”, todas tienen la misma cara agresiva y mirada por encima del hombro por lo que no se puede destacar por sus recursos interpretativos, lo cual es una sorpresa pues su protagonista es nada menos que Viola Davis. Paradigmático es el caso de Lashana Lynch, con la misma cara y expresión que en «Sin tiempo para morir». Parece haber sido tele transportada desde el universo Bond a las guerras coloniales sin cambiar el rostro ni su manera de encarar al personaje. Como rey aparece John Boyega, el Finn en la nueva trilogía de «Star Wars» junto a una pléyade de personajes (quizás demasiados) con actores semi desconocidos.
“La mujer rey” es un fallido intento de cine revisionista con carácter comercial que erra por su falta de definición y donde existen no pocos tópicos, como que el comprador de esclavos mulato sabemos desde su primera aparición que no puede ser tan villano como su compañero blanco o como los bestiales varones de la tribu enemiga. Lo divertido es que en su crítica y a pesar de intentar inculcar unos valores nacionalistas para crear un continente negro unido, al final todo se reduce a luchas de poder, en vender a los enemigos capturados como esclavos o masacrar al resto de clanes para que no se vuelvan en contra, cosa que como sostiene Ryszard Kapucinski en su imprescindible “Ébano” fue uno de los principales motivos del genocidio de Ruanda entre hutus y tutsis, o acabar de forma violenta y vengativa al agresor blanco que tan bien ejemplificaba J.M. Coetzee en su impresionante novela “Desgracia”.
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