Hablar de una cinta totémica como la última entrega, hasta la fecha, de Star Wars titulada «Los últimos Jedi» es una ingrata labor, pues como ocurre en toda la saga hay multitud de defensores acérrimos como de furibundos detractores que prefieren otros seriales con los que sucede lo mismo y como pasa en estos tiempos de memoria calcinada donde todo se reduce a elegir una de dos opciones posibles. O blanco o negro, Real madrid o Barcelona, izquierda o derecha y así con todo. Sin grises. Sin términos medios, allí donde reside la virtud según Aristóteles. Todo enfrentamiento vestido de diálogo posmoderno.
Del anterior episodio séptimo, se rescataba el buen gusto por la dirección de J.J. Abrams que sin ofrecer nada nuevo, ya que era una versión modernizada de la primera entrega, por lo menos tenía ese ritmo épico que ha sido la «marca de la casa» de la franquicia creada por George Lucas. Una adecuación a los nuevos tiempos, con Disney como productora exprimiendo hasta el último dólar para conseguir el mayor rédito económico. De ahí esos «spin off» como «Rogue One» o el de «Han Solo» que llegará esta temporada. De hecho, del innecesario primer título, pues ¿a quien le interesaba como conseguían los planos de la primera Estrella de la Muerte?, se hizo una interesante y más que digna película dirigida por Gareth Edwards. Ahora le toca el turno a Rian Johnson, un realizador que saltó a la fama con la notable «Looper» y que, por desgracia, se queda lejos de ese otro título de la ciencia ficción, sobre todo merced a un guion sin apenas épica y donde todo ocurre no por medio de la educación y el entrenamiento sino porque todo el poder lo llevan en el interior. Y así, Luke Skywalker no es Yoda y prácticamente no enseña nada a Rey y Kylo Ren parece una plañidera adolescente sin una mínima grandeza de la que poseía Darth Vader. De hecho, Adam Driver puede quedar marcado por tan horrendo personaje como sucedió con Hayden Christensen que no ha vuelto a levantar cabeza. No hay conflicto entre los jóvenes más que lamentos vacíos de contenido y unas fuerzas enfrentadas maniqueas a más no poder donde lo políticamente correcto tiñe todo, con una Primera Orden con casi todos hombres blancos de mediana edad dominando frente al calidoscopio de razas y géneros en la República, capitaneadas por una Princesa Leia con una de la escenas más ridículas del cine del Siglo XXI. Parece claro que el largometraje no soporta el más mínimo análisis, por muy superficial que sea aunque en su favor hay que decir que las las dos horas y media de duración pasan en un suspiro y aunque hay secuencias que parecen alargadas, el ritmo y el montaje son lo mejor, con esa edición en paralelo que tan buenos momentos ha brindado en el pasado, junto a unos efectos especiales apabullantes y la banda sonora de John Williams. Del resto, más sombras que luces, sobre todo en el reparto con unos poco acertados Oscar Isaac y John Boyega que dan la réplica a unos envejecidos Carrie Fisher y Mark Hamill del todo inverosímiles que solo emociona cuando se vuelve a reunir con R2D2 y Chewbacca, que ahora capitanea el «Halcón Milenario» junto a unos seres creados para vender peluches. parecido a lo que sucede con el resultado final. Un bonito envoltorio sin demasiado que ofrecer en su interior.
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