Yo nací en el 84, y crecí en los noventa en un colegio de monjas. Cuando los padres de la democracia entraron a sangre y fuego en el 39, lo primero que hizo la Iglesia fue pedirse la educación. Ahora sabemos por qué. Sin yo haber sido testigo de ningún acontecimiento cataclísmico en la historia de la humanidad, voy a contar algo que no sale en los libros de historia: cuando la noticia del VIH le costó la vida a Freddie Mercury, se recibía con medias sonrisas complacientes. El sida, antes de convertirse en una pandemia que daba —y sigue dando— mucho miedo, se recibió como una especie de castigo divino para sarasas, invertidos, sodomitas, maricones y demás gente de dudosa moralidad. No me lo han contado, lo vi, y lo viví. Y muchos de los de la sonrisita, ahora ponen cara de pena, y son de Queen hasta la médula. Al acercarme a la adolescencia renegué de todo lo que había oído en la infancia —la mejor fábrica de ateos es un colegio religioso—, hasta tal punto de posicionarme en contra de todo lo que digan los abogados cristianos o Rouco Varela. Aquí viene la moraleja. Un buen día veo en internet que hay una chica trans que toca en una banda. ¿Qué diría Rouco desde su humilde chabolo? ¡Abominación! El instinto me lleva automáticamente a convertir a Paris en mi mejor amiga, y eso tampoco es justo. Que alguien sea gay, trans, o socio del Logroñés no le convierte en mejor o peor persona, y me esfuerzo —de ahí lo de la educación, que subconscientemente estoy bastante condicionado y tengo que remar contracorriente— en que no definan ni a la persona ni mi relación con ella. Paris no tiene que caerme bien por ser trans, como ella tiene todo el derecho a pensar que soy un Neanderthal que habla, o que soy gilipollas, aunque simpatice con los derechos LGTBIQ+. Si, como dijo Confucio, cambiar el mundo empieza por cambiarse a uno mismo, voy a intentar quitarme del coco todos los prejuicios que he mamado de chaval y ver las cosas con la máxima amplitud posible. Venga, menos hablar, y más caña. Un, dos, tres… ¡Awakening!
https://youtu.be/c5O0EFX2aGM
Prey. Así, con el pecho descubierto, me va a molar. Cuando estos mendas eran cachorritos han pastado en los mismos prados que yo, han bebido de las mismas fuentes, y les molan las mismas costuras. Esto va a molar. Batería a toda metralla, y las guitarras escupiendo chispas, y a guturalazo limpio. Cuando entran las estrofas se parece un poco en la instrumental al tramo Oh my God en Duality, de Slipknot. Medio tempo, platos grandes y un gutural a lo Cavalera, intercalado con tramos melódicos, en un contraste muy interesante. También estoy pensando en Disturbed en los estribillos y los puentes. Mucho ingrediente, y me gustan todos los matices que les saco.
Disconnected. Momento chorra del día: Paris Lakryma, la del tambor… sabía que me recordaba a alguien… ¡Rhea Ripley! Vale que la Rhea actual, con el pelo corto y oxigenado y el maquillaje tan oscuro, no tanto, pero la Rhea debutante en NXT, con las melenas y la cara lavada. A ver, no es un parecido de separadas al nacer, pero sí un aire similar, y esa imagen de damisela… que te puede reventar la cara de un patadón. Si no sabes quién es Rhea Ripley, ni qué es NXT, es igual: This is my brutality, con la cantante de New Year’s Day. Ojo la ida de olla, del primer berrido he sacado un parecido físico. Hala, a la música. Ha virado One Second Faith a un metal más clásico, a Pantera, a Sepultura, sobre todo en las estrofas, porque en los estribillos y en los puentes tienen una mezcla entre los Slipknot en la parte percusiva y los Disturbed en las cuerdas de acero. Me flipa la forma de intercalar el doble bombo, o esa especie de medio redoble que hace Paris en los estribillos. Es como si subrayase la parte melódica. También lo he dicho, pero lo repito: sin tener yo ni puta idea de música, este voceras no puede ser malo, es un Corey Taylor en potencia, puede tirar unos guturales que te vibra el diafragma, pero hacer unos tramos melódicos que se acercan casi al metal épico, y un tramo intermedio a los Killswitch Engage.
Ascension. Me encantan esos acordes oscuros, a lo Alice in Chains. Cuando Alice in Chains encontró a Dream Theater, pero con un poco de Inside the fire, o de un Façade un pelín ralentizado, estas dos de Disturbed. Pensar en los primeros Avenged Sevenfold, más desbocados o en los Killswitch Engage de This fire burns tampoco queda mal. Cuando dice Is this the fate for my enemies? Estaba pensando en Cavalera gritando Red war Will follow my enemies en Probot, aquella especie de All Star del metal que montó Dave Grohl.
Strain. Con el espíritu del I can’t see, Ican’t see, I’m going Blind, de los Korn —si no es la mejor que han dado, ahí anda—, pero con ese sonido Disturbed panteresco de fondo, lanzan entredientes, como Slipknot en Duality o en Psychosocial, un I’m saying to myself / that this is not my cause / I knew my risk in this / But I don’t give a fuck! que pone a funcionar ese doble bombo. Guitarreo Dimebag Darrell mezclado con Mick y Jim, de Slipknot, aunque los chisporroteos del bajo crujen bajo los riff, como los del difunto Paul Grey. Si tuviera una máscara con una narizota y supiera tocar los trastos esos percusivos o hacer coros guturales, estaría haciendo el bestia. Momento de parada, casi acústico, y estoy pensando en las estrofas de Demons & Wizards (canción, disco y banda homónimas), pero es un espejismo para derivar en un punteo a lo Saliva, más hard rock que metal extremo.
Redemption. Nuevo pasito a un lado de estos cinco forajidos, ahora para acercarnos al hardcore. Los yeclanos Knibal, siempre presentes en mi subconsciente cuando reseño, Divide, de Disturbed —que estoy muy cansino con Disturbed, pero la sala de máquinas guitarras-bajo está entre ellos y los Slipknot en muchas tramadas del disco—, buenísimo cómo Paris pasa de ir a toda hostia a parar el tempo, tirar de plato grande y no dejar el doble bombo. Mismas herramientas, pero dándole un significado totalmente nuevo y completamente diferente. En la parte de Now I see your fear / And you are falling down, falling down la voz se va un poco a Placebo —vale, salvando las distancias estilísticas— en Bitter End, pero la estrofa tiene el mismo formato que Billie Jean, de Michael Jackson. Mi cerebro es un basurero, pero salen cosas muy divertidas. Si veo a estos cinco hacer el moonwalk, me retiro.
Se acabó. Y lo digo con pena. Esto es un discazo, de los de tener en el botiquín. ¿Viaje largo en coche y tienes miedo de la modorra? One Second Faith. ¿Haces deporte y tu cerebro te dice que dejes de correr o no levantes más peso? One Second Faith. ¿Aburrido mientras echas una partidita al ordenador? One Second Faith. Es metal cañero, pero absorbente, crea su propio universo y te deja esperando la siguiente canción. Ojalá tuviera quince canciones.
Para los que estén esperando que Paris les reviente la jeta de un patadón, enlaces de la banda.
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