El gran problema de “La invitación” es el tratamiento dado a su guion. Quizás si todo hubiese sido visto desde una perspectiva de cierto humor (aunque sea negro), la cinta pudiese haber sido un “divertimento” tan entretenido como poco realista. El principal problema es que ante una idea vista una y mil veces, el tono del largometraje es serio, intentando contar mucho más allá que un “survival” adolescente con una premisa imposible y que naufraga tanto en su pretendida denuncia como en película de terror.
Y es que el guion de Blair Butler y de Jessica M. Thompson hibridan otro tipo de filmes acabando por destruir las pocas ideas brillantes de su mediocre “libreto”. Tenemos una joven neoyorkina que malvive como camarera de “catering”, a la que le aparece de la nada un rico y casi noble primo inglés que le invita unos días a la mansión familiar para un peculiar enlace de boda. Tras el inicio no podemos dejar de pensar en “Noche de bodas” junto al «Déjame salir» de Jordan Peele en una ambientación a lo “Downton Abbey” pero filmado en tono gótico y oscuro como si de “Drácula” se tratase. Todo previsible, con una desconocida que va campeando con su ligereza estadounidense a los encorsetados británicos como si de “Princesa por sorpresa” o comedias de este tenor se tratase. De nuevo, el tono serio que aplica la casi debutante Jessica M. Thompson tampoco ayuda en su puesta en escena ni en la dirección. Y es que “La invitación” tarda en arrancar pues la acción no comienza hasta la hora de metraje para, de forma atropellada, resolver la delirante historia en los restantes cuarenta y cinco minutos. Una hora y tres cuartos de tópicos que no funciona ni con los consabidos sustos, apenas mostrando al monstruo hasta el último acto ni en intentar dotar de profundidad a los personajes convertidos en simples arquetipos.
El papel principal es para Nathalie Emmanuel, famosa por su Missandei en “Juego de tronos”. A ella se le ofrece el peso de la función, rodeado de actores y actrices prácticamente desconocidos pero de atractivo físico en los más jóvenes. Parece que la principal función redentora de la obra es explicarnos bajo las premisas del cine de horror la teoría del conflicto, marcando bandos de buenos y malos en claro maniqueísmo. Podemos ver la lucha de clases, de sexos, de razas e incluso de lo viejo contra lo nuevo. Todo en juegos de suma cero donde lo que gana un grupo lo pierde el otro siempre. Eso sí, sólo dejando atisbos, muestras y “brocha gorda” al explicar el simple discurso que es complicado que llegue a una mente adulta. Por ello, insistimos en el capital error de “La invitación” de tomarse en serio a sí misma, no aportando apenas un golpe de humor, salvo la amiga estadounidense.
Un ejemplo más de cómo el cine en la actualidad se está yendo por el sumidero por la falta de ideas y de elaboración en el guion, sustituyendo inteligencia por ideología. Cosas que sorprenden en un argumento que debería asustar al espectador. Lo único en que imita al pasado del género es en mostrar a los monstruos (en forma de sombra o de mano) por detrás para aterrar al espectador y no a los protagonistas (es obvio que no pueden ver a la maléfica entidad) y los golpes de sonido. Obvio. Demasiado obvio.
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