Entre los rigores del estío y cierto problema para combinar el trabajo con los viajes veraniegos he tardado más de lo debido en ver esta exposición que se encuentra en el Museo Thyssen de Madrid hasta el 11 de septiembre. Se trata de la primera retrospectiva de Alex Katz en España y de la selección de obras propuesta por Guillermo Solana sólo podemos decir cosas positivas.
Alex Katz no es sólo el precursor del “pop art”, es alguien que nos introduce en lugares positivos, en sitios donde nos gustaría estar. Sus retratos a su mujer Ada o esas imágenes de fiestas elegantes que parecen sacadas de una cinta de Woody Allen nos elevan el ánimo y en su “supuesta” ligereza nos hacen profundizar y reflexionar sobre nosotros mismos llegando al paroxismo en el espectacular “Paraguas azul”, cuadro por el que tuve que volver una vez acabada la exposición para guardar ese instante en la memoria.
Esa etapa entre los sesenta y setenta es la más interesante, mejor que la actual aunque nos maraville ese émulo de Audrey Hepburn en el que se convierte su amada Ada en “Black hat” (pintado en el 2010). Una galería de personajes que interesan y con los que entablamos diálogo superando sus flores, plantas y abstracciones. Preferimos el Katz más cinematográfico, el que nos traslada a un pasado luminoso, a un lugar donde quedarse.
Y es que como explica el maestro de ceremonias interpretado por Anton Walbrook en esa obra maestra del cine que es “La ronda” de Max Öphuls, el pasado es un tiempo más tranquilo que el presente y menos incierto que el futuro. Siempre he tenido predisposición a la nostalgia, recordando buenos momentos del pasado (estrenos en el cine, óperas por Europa, noches interminables, amigos de siempre, amores imposibles…).
Muchos de esos momentos evoqué viendo los lienzos de Alex Katz, ayudado con la conversación inteligente de mi acompañante, paseando entre un pedazo de la historia del arte contemporáneo. Una tarde de disfrute absoluto que continuó entre las calles del Barrio de las Letras de Madrid que tras unos meses volviendo a residir en la capital de España no me resultaron tan ajenas como las encontraba en la actualidad sino en los territorios tan familiares como son en los que crecí. Y parte de culpa la tiene Alex Katz.
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