Si hay una costumbre que adoro de la cultura gastronómica valenciana (huelga decir el mimo, casi rozando el talibanismo, con el cocinado e ingredientes de los arroces y paellas) es el esmorçaret: el almuerzo popular que suele consistir en un refresco o cerveza, un pantagruélico bocadillo, con aceitunas y cacahuetes y un café como remate. Algo magnífico, para todo los bolsillos y con el que seguir la jornada. El único requisito es traer hambre.

Lo bueno de esta sagrada tradición es que los locales han decidido iniciar una competición no oficial por ver quien es el que ofrece el mejor almuerzo. Y así, bares de todo tipo se especializan con el relleno, desde la carne de potro o caballo, chipirones, la longaniza de siempre o cosas más variopintas. Aprovechando el encontrarme con un especialista en estas lides como es el también redactor de esta revista Sergio Bixo, decidimos ir a uno de sus locales favoritos. Y no nos equivocamos. El Nuevo Oslo de la calle Doctor Sanchis Sivero es todo lo que se puede esperar pues no en vano se autocita como el rey del almuerzo valenciano. Razón no le falta.

 

 

Lo primero que sorprende es la decoración. Auténtica joya del kitsch, pues tras su fachada con el letreo de bar con solera se esconde un largo y amplio salón con miríadas de banderas valencianas colgando del techo y mesas sectorizadas por los posters que cuelgan de la pared. Nosotros nos sentamos en una zona dedicada al cine de Mariano Ozores, con Pajares y Esteso  pero en otras pudimos comprobar una dedicada a las fallas, otra a Ángel Nieto, otra a Bjong Borg (con raquetas de madera y todo), otra a Michelín (ojo, al Bibemdum y los neumáticos, no a la Guía). Algo de locos pero que te imbuye en el ambiente.

 

 

El servicio es fantástico, todos rápidos, camareros que conocen su oficio, hablan con los clientes sin descuidar los platos y un dueño que ejerce de maestro de ceremonias, con su estatua de gran tamaño junto a la puerta de entrada. Con ese efectivo equipo es sencillo que uno se sienta como en casa desde que uno toma contacto con la mesa y ve presentados en ella las olivas y los cacaos.

 

 

Y además los “bocatas” están muy buenos. Se puede pedir medio o entero (el entero es una barra de pan), lo que nos recuerda a otro sitio en el mismo plan como es el Sancho Panza de San Fernando (Cádiz) de dimensiones similares. Entre los que se nos antojaron hemos probado el de secreto al roquefort (más bien queso azul), el genial de pulled pork, cocinado a baja temperatura para desmigarlo y servirlo con salsa barbacoa y un clásico del Nuevo Oslo como es el llamado Pablito que consiste en ternera laminada acompañado de salsa de chili dulce.

 


 

El pan es de calidad y para completar lo rematamos con una cama de patatas fritas naturales en su interior. A pesar de pedir el medio es complicado comérselo pero pudimos bajarlo con buena cerveza Amstel, ya que estamos en Valencia.

 

 

Nos ofrecieron por un mísero euro más cambiar la copa por una “cacharra”, una gigantesca jarra de más de medio litro. Por supuesto aceptamos. Y acertamos de pleno. Y es que hay veces en la vida que uno debe de dejar de pensar en artesanas y seguir el divertimento con grandes cantidades aunque sean una lager industrial que va a saber de maravilla. Así que abstenerse snobs.

 

 

Como colofón, rematamos el almuerzo con un clásico de la tierra como es el “cremaet” y sus reminiscencias al carajillo. Un café solo con ron quemado. Otra delicia que hizo que nos fuésemos encantados de uno de esos bares “de toda la vida” a los que hay que visitar a menudo.

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personalel curioso observador

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