Nos encanta cuando descubrimos sitios buenos, bonitos y baratos. Cocina honrada basada en el producto y en elaboraciones de sobra conocidas. Platos que pertenecen al acerbo popular, que nos evocan infancia o lo que esperamos de la gastronomía de una región. Si hablamos de mar, el pescado y el marisco fresco lo solemos encontrar en restaurantes cercanos al puerto. Y Cartagena no es excepción. Así que recomendados por algunos oriundos de estas tierras pasamos a conocer lo que nos podía ofrecer el Club Náutico Santa Lucía.
El restaurante se encuentra en el Paseo del Muelle y desde su entrada se separa a los socios como club privado y los que visitaremos el local que pasamos por una puerta anexa que nos lleva a una amplia terraza con vistas al mar y a las múltiples embarcaciones allí amarradas. Tiene encanto y, por lo tanto, disculpamos las mesas con mantel de papel aunque colocadas con gusto, lo que evita la sensación de tasca y le acerca más a un restaurante de pescadores y con el carácter marinero que parece haber estado ahí toda la vida. Lo que sí es de destacar es el servicio pues a pesar de estar lleno el sitio (y no es precisamente pequeño) tienen personal suficiente y los tiempos entre la pedida de la comanda y el servicio eran más que aceptables.
Visto el calor y al empezar con la cerveza local Estrella de Levante acabamos no pidiendo vino y pidiendo algunos tercios más para acompañar los diferentes platos que probamos.
El primero es todo un clásico de las tapas en toda la comunidad murciana como es el pulpo al horno. Cefalópodos no muy grandes que se pasan por la plancha o el horno, en vez de cocerlos y al que luego se le adereza con una salsa en plan vinagreta que nos gustó. Quizás nos hubiese gustado trozos más grandes pero estaba rico.
Tras esto llegaron unos buñuelos de bacalao, buenos de sabor y rebozado, aunque como pero, estaban presentados con lechuga, una mala costumbre, pues el acuoso de la verdura puede destrozar cualquier fritura.
No era el caso pues el verde no tocaba el buñuelo y por lo tanto disfrutamos el bocado. Más clásicos llegaron a nuestra mesa como son los caballitos, la versión local de los langostinos rebozados o a la gabardina. Decentes pero no sorprendieron.
Espectacular nos pareció la ensalada de tomate con bonito, con la fruta en su punto, el pescado a medio camino entre el crudo macerado y la mojama que resultaba espectacular de sabor y acompañado de unas aceitunas caseras estupendas. Todo unido con el aceite de oliva y vinagre nos daba como resultado un entrante de diez.
Satisfecho ante estos primeros tuvimos que probar el marisco y tanto las zamburiñas y las navajas nos resultaron excelentes, sabor a mar, frescura y un gran punto de plancha. Sólo por estos últimos platos merece la visita.
Pero como plato fuerte elegimos el arroz a banda y nada malo se puede decir. Buen fondo de pescado, el arroz en su punto, generoso en su ración y bien acompañado de unos cuantos de los “frutos del mar” con los que se elaboró el fumet con su alioli al lado.
No es la receta canónica que sólo lleva el arroz, sepia y gambas pero nos pareció formidable, alegrándonos la tarde pues disfrutando de la comida, de la calidad y el mimo en su elaboración la vida se ve con mejores ojos, dejando paso a postres como el digno souffle de limón o el café asiático, tan de la zona, con su leche condensada, un chorrito de Licor 43, canela y una corteza de limón.
Un pedazo de la historia de Cartagena que sirvió de colofón a un recomendable establecimiento que nos acerca a una gastronomía siempre al alza y que en sitios como el Club Náutico Santa Lucía elevan a la categoría de arte.
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