La primera vez que vi a Eli Paperboy Reed, fue en aquel maravilloso Azkena del 2009 en el cual estuvieron The Black Crowes, Mike Farris y Alice Cooper. Fue en mayo, unas fechas mucho mas fáciles de soportar en cuanto al calor; más bien hasta hacía algo de rasca durante la actuación de los Crowes.
Como apasionado de la música, por la mañana me dirigí al hotel en donde se suponía que estaban los Black Crowes. En el hall, tras unos minutos vi a Juliette Lewis en pijama bajar por el ascensor y dirigirse a la cafetería, al poco rato, bajó un “chaval” con cara de no haber roto un plato, el tipico estudiante empollón americano. Al cabo de unos minutos caí en que era Eli, se acercó a mí y me preguntó si podía tocar el piano que había en un recoveco entre el ascensor y una viga de sujección del edificio.
Yo encantado de poder presenciar una actuación privada y espontánea, le dije que sí. Llevaba tocando unos minutos cuando el conserje se acercó como si hubiera habido fuego, echando pestes diciéndole que no se podía tocar el piano, a lo que él respondería, que ¿por qué? ¿Para qué tenían un piano allí entonces? A lo que aquel lerdo respondería a su vez que era para decorar. Le expliqué que aquel chaval tenia que tocar en el festival, y que estuviera tocando allí en aquel momento era algo privilegiado. Pero nada, tuvo que irse a pasear y tras una charla sobre por qué no le habían dejado tocar, le volví a ver encima de las tablas.
Anoche, en la Cochera Cabaret de Malaga, y tras 13 años sin haberlo visto actuar, tenía delante a aquel “empollón” americano. Mucho más suelto, algo más rellenito, pero con esa misma voz y esa fuerza que te lleva a reflexionar sobre qué tenía que haber visto de Otis o de sus coetáneos en una actuación.
Nada más salir fue como una bocanada de aire fresco en aquel infierno abrasador que estamos sufriendo. Eli salió pisando el acelerador y no frenó prácticamente en ningún momento. Salvo en los bises, en donde tenía previsto un tema en solitario, pero nos regalo dos, gracias a los encantos de tres chicas que le pidieron un tema en concreto. El segundo tema en solitario, con guitarra y sin micrófono, mostró un emocionante “My Way Home”, y también que a pesar de ser todos apenas 100 personas, siguen viniendo a los conciertos personas que incordian y le dan al palique… ¡Nunca podre comprender esto!
Eli Paperboy Reed estaba allí para presentar su último disco, “Down Every Road” , aunque la primera mitad fue un recorrido de sus primeros discos, sorprendiendo a más de la mitad del recinto que habían acudido sin haberlo visto jamás. Nos puso a bailar a todos, insuflándonos buen rollo y alegría.
Además, de Eli Husock, le acompañaban a los teclados y los vientos tres músicos españoles como la copa de un pino. Ritmos negroides, de la mano de unos blancos, aunque la base rítmica eran afroamericanos. Por cierto, mención especial a la sonrisa perpetua del batería que transmitía buen rollo solo con mirarlo. Uno tras otro fueron apareciendo desde la versión de «I’d rather be blind, crippled and crazy» 17 pepinazos que acabaron con la litúrgica “Doin The Boom Boom”.
Excelente sonido, gran bolo y a las 22h30 para la casa…Perfecto.
No olvidarme de Alicia Música que hizo posible esta refrescante velada.
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