El tiempo es inmisericorde. Su andar no tiene pausa y su paso deja huellas, en su mayoría surcadas por el dolor y el agrio caminar por este mundo. En ese andar sin pausa dejamos por el camino cosas y recogemos otras tantas, que van tapiando los recuerdos. Es fácil olvidar lo vivido en este turbulento mundo y es fácil dejarse llevar por la marea de negritud y oscuridad.
En el negocio musical el paso del tiempo también es inmisericorde. El trascender se logra a través de la memoria colectiva, pero cada generación suele quedarse en sus referentes y difícilmente evolucionan con el paso del tiempo. Cuando la memoria colectiva empieza a fallar el olvido se hace presente y la sangre nueva brota sin conocer esa historia de donde proviene.
Pudiera ser este el caso de los venezolanos Stratuz, una de las agrupaciones fundamentales para entender la historia del metal extremo en Venezuela y que se mantuvo en el underground, al igual que la escena del país. Sin embargo, su huella ha sido profunda en la generación extrema del país y dos décadas no han sido tiempo suficiente para enterrar un legado que no ha dado su último coletazo. Así que en la hora más oscura nos toca hablar a los que vivimos su primer esplendor. Nos toca pronunciarnos sobre lo que fueron y sobre lo que son.
22 años después de su último lanzamiento discográfico, vuelve a la palestra la agrupación caraqueña con un disco nacido de la tragedia y la pérdida, concebido en plena pandemia y que en sus surcos lleva marcado el dolor inherente a esas experiencias vividas. Un trabajo que líricamente habla de luces y sombras, que nos refiere a los pecados de la iglesia y la manipulación de las masas, al igual que nos manifiesta la necesidad del cambio a través del despertar de la conciencia o de la muerte como proceso de transformación.
«Osculum Pacis» es el cuarto trabajo completo de Stratuz y musicalmente siguen estando en la oscuridad, la épica y el lirismo de sus primeros discos aunque su sonido y la propuesta ha dado un paso adelante. No hay repetición de esquemas en ese sentido, aunque tampoco se puede decir que lo que hacen ahora sea un salto de talanquera, ni mucho menos. En anteriores lanzamientos, Stratuz ha jugado con la ambientación a través de los teclados y las voces femeninas. En «Osculum Pacis» se acrecienta el asunto y lo que antes era una ambientación se convierte en arreglos orquestales, coros gregorianos y voces grandilocuentes. Todo entra en conjunción perfecta con la voz principal, que se maneja por diferentes rangos, desde lo brutal hasta lo doom gótico, al estilo Pete Steele/Fernando Ribeiro.
Pero sería un error pensar que estamos ante un disco edulcorado o bajo en revoluciones. El sonido actual de Stratuz los empareja en la propuesta europea del death metal atmosférico o sinfónico, con una base brutal que se pasea por momentos doom o góticos y que puede recordar a las escenas griega o sueca, donde la referencia a agrupaciones como Septic Flesh, los primeros Tiamat o incluso los Behemoth más corales pueden servir como guía para el oyente.
Lo que más me sorprendió con agrado ha sido comprobar que Stratuz no han tomado la decisión más fácil. Han alimentado a estas excelentes canciones de aditamentos que las embellecen de gran manera. Si antes nombraba los coros y las voces gregorianas, también hay que agregarle el uso de violines, instrumentos de viento y de cuerda en canciones como «Condemned». En ese sentido me recuerdan a los asturianos Totengott (ahí dejo el nombre para el quiera hacer la tarea).
Me consta que el proceso de gestación de «Osculum Pacis» ha sido duro y marcado por la pérdida. El disco está dedicado a dos personas muy importantes para la banda como lo fueron Ronald Egea (antiguo productor del grupo y padre del guitarrista Gerónimo Egea) y Alfredo Escalante (emblemático locutor venezolano e impulsor del renacimiento de la banda). A eso se le añade que «Back to the Sun» se terminó de componer con la cremación de un amigo personal de la agrupación.
Así que podemos decir que la muerte como proceso de transformación forma parte de la lírica al igual que la necesidad del autoconocimiento para desterrar nuestras miserias. Junto a esto, la iglesia católica es una fuente importante de inspiración para las letras, con referencias directas a personajes de la vida pública como el exorcista más reputado de El Vaticano, el fallecido Padre Gabriele Amorth («Father Amorth(e)»), la pederastia («Sodomized») o el celibato («Caelibatus»). Incluso la portada del disco, realizada por la artista gráfica checa Eugenia Bathoriya, hace referencia a las víctimas de la Iglesia, al vacío de justicia, los desmanes y sus pecados como institución.
La vuelta al ruedo de los venezolanos Stratuz es demoledora, si tengo que definirla en una palabra. Sin necesidad de ser condescendientes o de apelar a la caótica situación del país, la agrupación caraqueña ha grabado un disco sin fisuras dentro de su estilo. Si la memoria histórica los estaba hundiendo en la arena de la desmemoria o si el colectivo guardaba los sonidos de la banda en el hueco más profundo del baúl de los recuerdos, este 2022 nos da un motivo para desenterrar su historia y viralizarla entre las nuevas generaciones. Y nos lo han puesto fácil, porque «Osculum Pacis» es el argumento novedoso y perfecto para esa labor.
0 comentarios