La trayectoria de Julian Fellowes viene marcada por el Oscar recibido en 2001por su brillante guion para “Gosford Park”, la estupenda película de Robert Altman que sirvió de esbozo para esa obra maestra de la televisión que fue “Downton Abbey”. Tras el éxito de las andanzas de la aristocrática familia Crawley ha intentado repetir el sobresaliente tono conseguido con la icónica serie con entretenidos dramas de época basados en personas millonarias con sus ambiciones, problemas para mantener su estatus en lujosos escenarios y suntuosas mansiones como sucedía en la irregular miniserie «Belgravia».
Con “La edad dorada” se mantiene la estética y el elemento identificativo de la clase alta pero cambiando las localizaciones de Inglaterra al Nueva York de principios del siglo XX en el exclusivo barrio de la Quinta Avenida. Estos primeros nueve episodios son impecables desde el punto de vista formal y su desarrollo argumental tiene múltiples aristas perfectamente encajadas por la sabia pluma de Julian Fellowes, ya que por un lado tenemos una joven que llega a Nueva York para vivir con sus ricas tías, por el fallecimiento de su arruinado padre. Ella buscará su lugar en la “Gran Manzana” para encontrar su sitio y el amor mientras en la casa vecina vive un matrimonio de nuevos ricos, con todo el poder económico posible pero donde la mujer quiere medrar en una sociedad clasista que no la acepta al no pertenecer a una familia de alta “cuna”. Con ello, tenemos creado un serial magnífico con puntos en común con “Downton Abbey” con palacios de impresión, lujo en cada secuencia, vestidos y peinados fantásticos y carruajes utilizados como taxis, sumado a una historia interesante con unos secundarios que funcionan a la perfección, esos arribistas que tan bien suele definir Fellowes entre los señores y los criados y dosis de romances imposibles, los infortunios de la virtud pero que al final siempre triunfa esa bondad natural y complicadas relaciones entre unos y otros, con egoísmos y taimadas intrigas.
En el debe argumental cabe reflejar el último episodio, ya que deja un tanto frío al no mostrar la fiesta final en todo su esplendor algo que en Downton Abbey se bordaba. Y es una pena porque avanzaba todo con tino, dejando un montón de posibilidades para la segunda temporada. No es el único pero pues, suponemos que por la corrección política actual, han ideado una historia paralela con la secretaria Peggy que no termina de casar bien con el resto de la acción y que parece algo forzada tanto en sus ambiciones laborales como en una sorpresa demasiado evidente y que roza el “folletín” de media tarde. Esa meta secundaria es la que hace que se resienta algo el conjunto.
En cuanto a los actores el reparto es correcto y todos los principales y secundarios están perfectos, con Christine baranski componiendo una mujer de otra época, con la ironía y “mala uva” de Maggie Smith en “Downton Abbey”. No es tan graciosa pero funciona bien, dando réplica a la arribista y taimada señora Russell de Carrie Coon. Por otro lado, tenemos a la buena sobrina en busca de respeto y amor que encarna Louisa Jacobson. Entre los hombres destacamos al duro pero justo señor Russell de Morgan Spector o al villano intrigante de Blake Ritson. Entre los secundarios nombres más conocidos como Taissa Farmiga, que ya destacó en “American Horror Story”, Cyntria Nixon, la inmortal Miranda de “Sexo en Nueva York”, Nathan lane o Jeanne Trippelhorn (estos últimos con menos presencia en la serie)
“La edad dorada” tiene buenos mimbres para conseguir otro gran serial. Por las limitaciones que exigen estos tiempos es complicado que llegue a la excelencia de “Downton Abbey”, cosa que se manifiesta en esta primera temporada pero la calidad de Fellowes al definir situaciones y personajes siempre van a ofrecer ese marchamo de calidad tan difícil de ver en la mayoría de las series actuales, más centradas en la acción y efectos que en intentar contar una historia, con comportamientos humanos que interesen al espectador y que se puedan comprender las relaciones aunque nadie pertenezca a esa elevada clase social.
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