Al parecer, una amplia mayoría de ciudadanos no sabe nunca
lo que ha ocurrido en realidad; incluso la historia es ya una propiedad
privada y, por otra parte, los ciudadanos, ni felices ni infelices,
se van deshumanizando a buen ritmo,
con todo, conviene resistirse a la enorme tristeza social y conformarse
a considerar que el ciudadano medio tiene algo de tostadora de anchura
variable, con botón de parada y calientabollos, y lo que cuenta es que
funcione.
Se trata del mismo ciudadano que cada vez que tiene que espantar
una mosca todavía echa de menos el rabo, y que, cuando tiene problemas,
sabe que lo mejor es ofuscarse; su dicha está toda en esos huecos
de su cerebro que no tienen historia y, aunque su vida haya sido plana
hasta el día de hoy, el relieve siempre acecha.
Por Narciso de Alfonso