“Qualitätskontrolle” fue el espectáculo que en 2018 desarrolló el bailaor Eduardo Guerrero en Amsterdamm. Un control de calidad donde el baile flamenco se integra en el espacio donde se representa creando una obra única creada para ese recinto en particular. Esa es la explicación para tan extraño nombre en este pieza de una hora pensada ex profeso para ser interpretada en los Antiguos Depósitos de Tabacalera en Cádiz, un lugar mágico y olvidado desde hace tiempo que alberga en su interior un espacio magnífico para lo que han pergeñado Guerrero, con la inestimable colaboración de Mateo Feijóo en la dirección, Calde Ramírez en el sonido y la guitarra y la portentosa voz de Matías López “El Mati”, lámpara minera en el Festival de Cante de Las Minas en La Unión, y las videocreaciones de Tomoto.
Nos es un espectáculo sencillo pues como se nos narraba al inicio la incomodidad del lugar nos hace partícipes a los espectadores de una igualdad que es la que se persigue. Un montón de hileras de sillas de plástico enfrentando al público en dos graderías con una pequeña tarima de escenario en el centro. Pero como ya dijimos líneas más arriba “Qualitätskontrolle” está pensado para ser interpretado en el Antiguo Depósito de Tabacalera, lo cual consigue transmitir la sensación de vivir un momento especial, único y privilegiado. Por lo tanto, no sólo se usa la tarima central sino que los laterales cobran importancia bailando en ambos flancos o usando las puertas de la nave para entrar y salir, abrir y cerrar.
El lugar es magnífico, con una acústica perfecta en la que podemos escuchar cada golpe de tacón, cada rasgado en la voz ayudado por un coso semi abierto donde penetraba el viento de la noche gaditana. Comenzando su poco más de una hora de actuación con un vídeo de presentación de Cádiz con la alegría de Chano Lobato que dice “Cuando se entra a Cai por la bahía se entra en el paraíso de la alegría” apareciendo Guerrero y El Mati elevados cada uno en una banda del edificio tapado el cuerpo con una manta antes de empezar este híbrido entre espectáculo flamenco e instalación de videoarte. A partir de ahí aunque con algunos parones se nos ofrece una muestra del talento como bailarín de Eduardo Guerrero, con su racial forma de entender el baile flamenco que hizo las delicias del público que llenaba el coso de Tabacalera. Gentes de Cádiz que acompañaban la obra con sus gritos y aplausos pero también escuchamos otros idiomas y acentos pues la música y el baile no entiende de fronteras.
El juego de luces y sonido es estupendo y sirve de contrapunto perfecto a lo que veíamos por todos los lugares donde se desarrolla este “Qualitätskontrolle”, versión Cádiz. Un público entregado que empezó a tomar los pasillos como asiento buscando mejor visión y en total comunión con un superlativo Eduardo Guerrero al que se le veía cómodo al actuar en casa y que, por una vez, fue profeta en su tierra acompañado por la Epiphone Les Paul y, sobre todo, por la impresionante voz de El Mati que suplían sin esfuerzo el poco atrezzo utilizado (sal, las mantas, una silla y una pistola). Flamenco puro dentro de una estructura contemporánea que engrandece al Festival iberoamericano de Teatro por atreverse a programar algo así y descubrirnos a muchos (me incluyo) un lugar tan desconocido pero a su vez atrayente como estos enormes edificios que albergaban la antigua Tabacalera. Los presentes sabemos que hemos vivido algo inolvidable.
Fotografía de Silvia Salado
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