Slavedown han dado salida a toda esa furia y rabia que produce ese enemigo interior en forma de canciones, las que conforman su segundo disco, «The enemy inside». Los de Girona, curtidos en mil batallas, juntos y por separado, eligen momentos difíciles para mostrar su obra. Lo primero que impacta de «The enemy inside» es su portada, oscura, fuerte, atrayente. En la línea de esas obras imprescindibles del metal que tenemos en mente, cuando las portadas eran importantes y mucho. Pero centrémonos en lo que contiene este disco, de impecable presentación. El sonido de Slavedown es una amalgama de metal, rock de los 90 y alguna pincelada de stoner sobre todo en esa forma de contundencia seca y árida. Todo ello queda claro en la canción que abre el disco, «S.I.R. (Slave I Remain)», de forma contundente, con el riff de Andreu Runo reinando – algo que se repite durante toda la grabación – y un Marc Corso que transmite en todo momento esa rabia que deja de estar contenida. Durante momento la canción me recuerda a los Metallica del «Black Album» que se mezcla con retazos del metal del Siglo XXI. Destaca mucho la fuerza que aporta la batería de Big Villano, creando un muro sónico imposible de derribar. «Come and ese the Monster Rise» fue el tema que presentaron en sociedad y que a mí – y puedo afirmar que a más de uno – me creo una ansiedad brutal por conocer el resto de canciones. Guiños al sonido de los 90 que postulaban gente como Alice in Chains siempre con un plus de fuerza, una tremenda interpretación vocal de Corso y de las líneas de bajo de Sue Gere – bajista y productor -. Por cierto, el disco, que suena de manera brutal, está grabado en su estudio, ¡enhorabuena Gere!. El riff de «Not to fall back again» me ha volado la puta cabeza, lo reconozco, y lo firmo donde haga falta. Ese rollo cercano al metal industrial de un Marilyn Manson de sus primeros discos cuando la inspiración de Daisy Berkowitz no conocía límites. Directos a la yugular. ¡Olvídate de hacer prisioneros!.
«You can’t have it anymore» cierra la Cara A del disco con el bajo tomando preponderancia y ese groove que les sale por los poros, recordando de nuevo historias propias de los 90 cuando alguien se sacó de la manga aquello de metal alternativo. Por cierto, descomunal ese puente. «Poison as cure» es la encargada de abrir la segunda cara del disco. Puro metal en toda su dimensión y en la mas profunda de su definición. Acercamientos a fronteras thrashers en esa delgada línea que algunas bandas bien dibujaron en su día. ¡Demostración certera de músculo!. «Deliver us from evil» es otra descarga de metal adrenalítico, en el que la voz de Corso golpea una y otra vez en la estrofa mientras esa guitarra escupe fuego. Adoptan tono épico con la monumental «Sharing the cross», tambores de guerra, tensa calma, destreza al servicio de la calidad. ¡Descomunal!. Se acaba esta batalla con el enemigo interno de Slavedown, con nuestro propio enemigo y es «Forgiveness» la encargada de hacerlo con su majestad el riff en primera línea. Como una sucesión de puñetazos que te deja k.o. y un estribillo para gritar en el fragor de la pelea. Para terminar, ¿mi opinión de este disco?. ¡Una puta obra maestra!.
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