“La mujer en la ventana” tiene todos los números para ofender a la mayoría de la crítica del momento, y por lo tanto a los creadores de opinión y las legiones de personas que les siguen. Un espectáculo que homenajea a clásicos y se basa en una alambicada puesta en escena es terreno abonado a la hipérbole y la crítica destructiva. Es lo que le ha sucedido a uno de los mayores talentos del cine como Brian De Palma durante toda su carrera. Ahora se revalorizan cintas como “Vestida para matar”, “Impacto” o “Doble cuerpo” pero en su momento fueron masacradas sin piedad, acusadas de efectistas y de plagiar a Hitchcock. De Palma lo cuenta a la perfección en el imprescindible libro “Brian De Palma por Brian De Palma” de Samuel Brumenfeld y Laurent Vachaud.
Joe Wright, otro excelente realizador presta su visión de cómo emular a esos maestros con este entretenimiento que por la pandemia no ha podido ser estrenado en salas y que se estrena ahora en Netflix, aunque sea producción de 20th Century Fox. Sin duda, es mejor su impecable dirección de actores, con grúas, planos largos, acercamientos y alejamientos, distintos tipos de cámara e incluso una pantalla dividida que nos recuerda al mejor De Palma, cuando contaba con presupuestos adecuados. Y, por supuesto, un espíritu clásico en la narración, con imágenes de Lauren Bacall, de la Gene Tiernay de “Laura” o de “la senda tenebrosa”, aquel glorioso experimento de Delmer Daves, junto a las constantes al Hitchcock de “La ventana indiscreta”, “Vértigo” o “Psicosis”.
Lo que tenemos aquí es una mujer traumatizada por un hecho del pasado, sufriendo desde entonces una agorafobia que no le permite salir de su enorme mansión, vigilando desde la ventana a todos los vecinos. Como en “La ventana indiscreta (o en “Hermanas” o “Doble cuerpo”) ve un horrible crimen y a partir de ahí tenemos un misterio sin resolver, con giros y contragiros del tramposo guion de Tracy Letts, basado en un best seller que no hemos leído, aunque lo que importa no es lo que se cuenta sino como se cuenta. Y en esto Joe Wright demuestra la genialidad que le encumbró con esa portentosa adaptación de Jane Austen como es “Orgullo y prejuicio”, “Expiación” que sigue teniendo el mejor plano secuencia del milenio, el “desparrame visual” de “Ana Karenina” o la maestría de ese episodio de “Black Mirror” titulado “Caída en picado”, junto a “Hanna” o «El instante más oscuro». Un creador con mayúsculas que nos ofrece un despliegue técnico de envergadura, excesivo y brutal, apoyado en la fotografía de Bruno Delbonnel o la eficaz banda sonora de Danny Elfman, aunque echemos de menos la música de su habitual Dario Marianelli.
Entre los actores, el protagonismo absoluto es para Amy Adams, en un papel complejo, sin maquillaje y con cierto sobrepeso para encarar a esta mujer traumatizada que lleva el peso de la narración y la casi totalidad de los planos, acompañados por secundarios de lujo como un “pasadísimo” Gary Oldman, en la onda Nicolas Cage, Julianne Moore o la otrora estrella Jennifer Jason Leigh. Juntos y de la mano de Wright consiguen un espectáculo visual divertido, con buen ritmo narrativo y multitud de trampas argumentales que nos conducen a un desenlace inenarrable, tan ridículo como acertado (lo mismo que sucede en la fantástica «Otra ronda» de Thomas Vintenberg), donde hasta un rastrillo de jardinería acaba en el rostro de un personaje como las tijeras que empuñaba Grace Kelly acababan en la espalda de su asesino en “Crimen perfecto”.
Como con Brian De Palma “La mujer de la ventana” coincidirá en ser vilipendiada acusada de efectista, pretenciosa o vacía pero ya les gustaría a la gran mayoría de directores actuales poseer una mínima parte del conocimiento de la profesión de Joe Wright.
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