A pesar de ser una banda popular, este “The bitter truth” es tan solo el cuarto álbum de estudio de Evanescence, pues obviamos “Synthesis” al ser un recopilatorio de canciones anteriores pasados por el tamiz sinfónico de una orquesta. Por lo que su anterior trabajo, de nombre homónimo data de hace diez años. En directo, tampoco se han prodigado en exceso, pues desde el 2003 sólo han visitado España en tres ocasiones, de las cuales les hemos podido ver en dos, la primera en el lejano 2003, en una edición del Festimad, cuando se celebraba en el idílico Parque El Soto de Móstoles, interpretando su entonces archiconocido “Fallen” en un concierto de una hora a las siete de la tarde, en una inolvidable jornada con H.I.M., Defstones y Marilyn Manson (si no nos falla la memoria). La segunda coincidió con su última visita en el Sonisphere de Getafe del 2012. Una actuación que empezó tarde por el retraso causado por el largo directo de Metallica. Allí ya se podían ver las costuras al grupo, tras la salida de Ben Moody, el otro miembro fundador.
Su “Fallen” es uno de esos discos irrepetibles, su obra maestra, a la que no han podido acercarse ni de lejos con el resto de sus grabaciones, pasando de ese metal gótico para masas, derivando hacia un rock alternativo, con fuertes coqueteos con el pop. “The bitter truth” no es excepción: letras intimistas, sonidos sencillos de escuchar, sintetizadores que le acercan algo a la música industrial y una producción creada para dotar del mayor protagonismo posible a la voz de Amy Lee. El resto de la banda sabe de su misión secundaria en Evanescence y mantienen un perfil bajo durante todo el álbum, cosa que se puede observar en los tímidos solos de guitarra de Troy Mc Lawhorn. No es que sea un descalabro total pues resulta agradable su escucha pero para un regreso tan esperado queda lejos de sus pretensiones aunque siempre será mejor que la horrorosa portada del disco.
Tras un largo preludio de más de dos minutos con “Artifact/ the turn” con piano, sintetizador y la cálida voz de Amy Lee llega uno de los “platos fuertes” con “Broken pieces shine”, pieza intimista que parece que habla de la pandemia del Covid 19, con base de sintetizador y guitarra que se une a “The game is over” que mantiene el “tempo” del anterior tema, con un riff machacón y un puente y estribillo reconocibles. No suena mal pero seguimos echando algo de menos más potencia instrumental, condenada a no eclipsar a la “diva”. “Yeah right” posee estrofas que no desentonarían en celebridades femeninas pop, subiendo algo más en su estribillo, el que tampoco deja de ser comercial. “Feeding the dark” comienza con un atmosférico tono de sintetizador, cosa que se mantendrá durante todo el relajado corte, aunque marcado por los simples golpes guitarreros y un mejor estribillo. “Wasted on you” sí es un ejemplo de balada con toque pop y soul aunque encontremos demasiados efectos y sintetizador, enmendados en un estribillo guitarrero en la mejor tradición del rock alternativo. El industrial de “Better without you” nos deja sensaciones contradictorias pues por un lado no es nada mal tema, sobre todo su progresión y acertado estribillo pero sigue la impresión de que falta fuerza en los instrumentos, más aun por lo claro que suena el piano y el cello del inicio de “Use my voice”, canción que da la impresión de haber sido escuchada ya en otra multitud de bandas de rock alternativo, elevando el tono en “Take cover”, aunque en un extraño instante nos parezca estar ante un curioso híbrido entre Coldplay y Goldfrapp en los dos últimos temas. “Far from heaven” es una balada canónica, de esas que tan bien les ha funcionado en el pasado como “My inmortal”, con notas de piano repetidas y cello. Además el fondo hímnico y un leve “crescendo” satisfará a sus seguidores, adelantando el final que se prepara con “Part of me” que parece que quiere retomar los tiempos del “Fallen” aunque esa sensación se mantiene en las estrofas y no en el estribillo, rematando con “Blind belief”, con un comienzo que parece querer emular al “Bring me to life” aunque no llega al nivel de su composición más conocida.
Doce temas en poco más de cuarenta y siete minutos donde se demuestra que va a ser realmente complicado que puedan retomar tiempos pasados. Supongo que ni su público es el mismo ni sus intereses musicales iguales. “El frío invierno de nuestras vidas” parafraseando a Shakespeare.
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