Gracias a la inefable hospitalidad de mi amiguete Santi Pekeño Ternasko, una vez al mes, tal que el día 8, tengo la ocasión de dirigirme a los fieles en mi encíclica, donde hablo básicamente de rock, pero puedo decir lo que me dé la gana. No hace mucho estuve reflexionando sobre el amor y los enamoramientos, y escribí sentirme afortunado porque cuando conozco a alguien o me pasan algo inspirador, digamos que siento un flechazo de síndrome de Stendhal. Si me hicieran un electro del cerebro, cuando se produce ese estimulo, estoy convencido de que se me activarían las mismas zonas del cerebro que cuando ves a alguien amado. No sé si es bueno, o malo, pero es así. Un buen día apareció un video de unos tal Liher, que cantan en euskera (me sacas de jokoz kampo y aldoko sakea y me quedo en nah), pero que me dejaron pegado al asiento y, desde entonces hasta hoy, no he parado de darle vueltas. ¿será amor? No lo sé, al menos no es el mismo tipo de amor que a una pareja, a la familia… pero sí sé que es una sensación cálida en un mundo cada vez más oscuro y más frío. Un, dos, tres… ¡Liher!
Gorri ilun. Una voz a solas, como si fuera a dar paso a Black dog, de Led Zeppelin. Tiene un poso aún más blues, hasta que la parte instrumental arranca. Sigue teniendo ese poso en la guitarra a lo Led Zeppelin, el bajo parece que va a tirar el techo abajo y la batería tira de timbales para dar potencia al tema. Con la voz me pasa algo parecido a la impresión que me daba Suevicha: una cantante de blues metida en una banda de rock. Tengo esa sensación de oír a Diana Ross con Angus Young. Es una canción a medio tempo, un rock lento que no es ninguna balada, y cuando lees la letra entiendes por qué. Han creado una especie de paréntesis en el tiempo, como la escena de la ducha en Psicosis. Cuatro minutos que transmiten todo el dolor del mundo con un mensaje gráfico, crudo. Buenísimos los coros y dónde es capaz de llegar la voz en los estribillos, pura potencia, y pura elegancia.
Ezti eta etsizko egunak. Estoy pensando en Gorka Urbizu al oír el primer riff. Enseguida entra la batería y empiezan a correr. Liher pierde potencia, pero gana velocidad (en jerga automovilística, no digo que pierdan poso). El caso es que es una versión acelerada de Slither, de Velvet Revolver. La guitarra y el bajo están sacándole filo a las púas, hasta el estribillo. No sé en qué basarme, pero me recuerda toda la atmosfera que se crea bajo los coros a aquellas series japonesas de principios de los noventa que nos tenían enganchados. Es como cuando oyes heavy metal japonés, que es una mezcla de Cannibal Corpse con la banda sonora de un manga. Tienen un momento Bounce, de System of a Down, con la guitarrita haciendo un punteíto chorri justo antes de volver a estallar en un momento Deftones. Ya sé que he hecho una mezcla mortal, pero es que tienen cambios de estilo cada puente, del nu metal, al punk, al hard rock con un poso de blues que inspira la voz de Lide.
Estoldak gainezka. Comienzo un poco Offspring. Idea cojonuda en bandas tan potentes parar las guitarras en las estrofas y que sea el bajo el que deje al aire la sala de máquinas. No tengo muy claro haber entendido completamente la letra, pero me parece una reflexión muy interesante que en los tiempos de la comunicación en cuestión de segundos la depresión sea la enfermedad más habitual, y la sensación de soledad campe a sus anchas allí por donde mires. Al fin y al cabo, la parte instrumental es una consecuencia de esas ganas de huir (el mismo espíritu que Ezti eta etsizko egunak), pero huir acompañada. De tener a alguien al lado y poder decir aquello tan manido de «tú y yo contra el mundo.
Teloia. Este fue el flechazo que me dejó rendido a los pies de estos cuatro forajidos. ¿Por qué? Aparte de la voz, que siempre me han gustado las cantantes femeninas con registros graves y trazas de blues (hablando de metal, si hacen gutural, tienen un fan para siempre), las estrofas tienen un punteo que me recuerda una barbaridad a Until it sleeps, de MetallicA. Ya sé que se han llevado mucha leña, que Cliff Burton es el amo y todo lo que quieras, pero yo me crie con el Load y el Reload, y Newsted es el mejor. Y punto. Así que cuando oí este rasgueo y las letras en euskera, sabía que más tarde o más temprano iba a tirar unas líneas. hitz egin behar dugu / teloia erori da. (Tenemos que hablar / Se ha caído el telón). Vuelven a usar eso de quitar guitarras en las estofas, y vuelve a funcionar. El bajo con la voz y, en un segundo plano, la batería, hacen que los estribillos, cuando entra la distorsión, ganen fuerza. No soy muy amigo de estas gaitas, pero, a mis ojos, la mejor del disco. Aún con barrera idiomática, se pega, tienes ganas de imitar a Newsted y joderte las cervicales haciendo el cabra.
Testigantza. Tiene un momento Nirvana en aquel Unplugged de la MTV, con Novoselic como eje de la parte instrumental. Esa primera fase acústica hace que las guitarras, que son casi power pop, más de Sexy Sadie que de Sepultura, le den un toque de elegancia. No es fuerza impuesta a martillazos, es solemnidad, como cuando ves tocar a Brian May. La letra ya… pues esperas algo no tan oscuro. Para muestra un botón: Nik zerbait ikusi nuen / Nazionaletik herrira sartzen (Vi algo mientras entraba / por la nacional al pueblo).
Oskarbi. Ese comienzo, dubitativo, me trae a la mente el Iron man, de Black Sabbath, o el The thing that should not be, de MetallicA en el S&M. Visto una vez que entra la parte percusiva, también podría ser I don’t know what to do with myself, de The White Stripes. Lide tiene una voz con mucho cuerpo cuando la lleva a sus registros más graves, y dan ganas de gritar para hacerle los coros cuando gana decibelios en los estribillos. Si pudiera hacer una selección, un all-star de los grupos que reseño, propondría una colaboración de Liher con Noe, la guitarrista de Grim Swindango. Estoy convencido de que iba a salir un pepinazo en menos de una tarde. En serio, tenéis que leer las letras mientras escucháis el disco. Esa atmósfera a lo Jack White tiene razón de ser, crea incertidumbre sobre lo que está diciendo.
Larrua eta iraina. Esta referencia es clásica, y obligatoria. Así, según empieza, a botepronto, sin pensar mucho, que me corten los pelos de la nariz a machete si el bajo de Joshka no se parece un pelín al Ace of spades, de Motörhead, en las estrofas. Vale que entran palmas, y que guitarras y, sobre todo, la batería de Ander, entran un poco más punk, más destroyer, pero la base, es la base. Larrua eta iraina quiere decir el cuero y la humillación. A ver, soy el primero que tiene la mente abierta en cuestión de divertirse (haga cada cual lo que le salga del níspero), pero ¿a quién le puede gustar que le arreen con la fusta del caballo o lo llamen basura? En fin.
Marte. Otro espejismo de Íñigo Etxarri con Daron Malakian. Estas primeras notas son un homenaje a Lonely Day, de System of a Down. La canción se establece sobre la batería, tirando de timbal, o de dom de piso, intercalando tramos más pausados, con la voz y guitarra solas, con la contundencia a medio tempo. Con las letras me vuelve a dar la sensación de no estar pillando todo. Creo que nos hemos cambiado de personaje, ahora somos alguien con los nudillos hinchados, huyendo de algo muy malo que acaba de pasar. Creo que Liher ha creado una especie de álbum conceptual. Las canciones se relacionan entre sí, como si fueran escenas separadas de una misma película.
Zulo bat gehiago. Esto es un blues reinterpretado. Es John Lee Hooker, R. L. Burnside, B. B. King… pasados por un tamiz más distorsionado (que no más rápido, al contrario que Fats Domino). Volvemos a estar a la fuga, y seguimos rememorando algo que ha pasado, una de esas experiencias que te va a mantener la noche en vela. Las letras son buenísimas, cojonudas. No es llegar al local y lo que nos suena bonito va adelante, es crear una historia, lo que hago yo en las novelas, pero a través de las letras de diez canciones. Es casi el espíritu de los romances que creaban los bardos.
Ihesaren dantza arrotza. A medio camino entre el Cute seed, de MetallicA, y los Dover del Late at night, cuando todavía molaban (y joder cómo molaban), pero con un poso punk a toda hostia, todo energía, dos minutos y medio de huida por la carretera. Una interpretación oscura y modernizada, sin cursilerías, del Radar Love, de Golden Earring.
Malinche. Han perdido un poco de velocidad, un giro al hard rock. Guitarras muy pesadas, estoy pensando en Esteban, el de Atasko, que sin correr consigue imprimir sensación de velocidad. Desde Tony Iommi, todos han sido imitadores, pero algunos son cojonudos. Lo especial de esta canción es el estribillo: Lide consigue ocupar todo el espectro sonoro, haciéndole sombra a las propias guitarras. Ni qué decir de la labor oscura de batería y bajo, entregados a la sala de máquinas, sin llevarse los focos, pero impulsando a la banda desde atrás.
Zure azal. Guitarra acústica para empezar. Rammstein en Amour, amour, por ejemplo. Suena a canción de amor, pero, barrera idiomática, Lide no grita de alegría, es un blues, una lamentación encima de las notas de la guitarra. Si fuera un videoclip, la protagonista de la canción estaría en un rincón, con la cara entre las rodillas, llorando.
Thelma & Louise. Vuelve la metralla. En ese sonido Slash, entre Velvet Revolver y Guns & Roses, se lanza este trallazo. Con más timbal, pero sigue teniendo ese espíritu rockero, con ese poso de los MetallicA del Load y el Reload, y con Lide tirando decibelios. Ya está reflejado en el título, pero casi nos lleva a visualizar un coche saltándose un corte de carretera.
Hemen herensugeak daude. La última, la que le da nombre al disco. estoy pensando en I walk alone, de Saliva, pero mezclado con la vieja escuela, vamos a decir el Iron man, de Black Sabbath otra vez. Por decirlo muchas veces, no deja de ser bueno. Esta es una canción de consecuencias, es el punto final de la historia. Una última frase que clausura el disco: Hau da nire aitormena: hemen amaituta ere berriz egingo nukeela (esta es mi confesión: volvería a hacerlo aun sabiendo que acabaría aquí).
Ha sido un viaje intenso, cincuenta minutos de rock rabioso, de punk, de algo de grunge, de la vieja y la nueva escuela, de buenas letras, de una voz que es pura emoción y unos instrumentistas que saben combinar fuerza y vulnerabilidad. En poco tiempo me van tocando varias bandas euskoparlantes y, como siga la cosa por donde va, me voy a tener que acabar apuntando a la ikastola, no digo más.
Para los que estén deseando saber más de la historia que cuenta este disco, enlaces de la banda:
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