Una de las cosas más positivas de esta pandemia (si se puede sacar algo positivo), es la cantidad de grupos que se han arriesgado y lanzado a sacar nuevo material. Ahí es donde me ha llegado la sorpresa de este “Déjà Vu” .
Como dirían los Burning en su canción “Una noche sin ti”, escuchar a Deidre es un recuerdo a esas noches de “underground” madrileño, recuerdos de pelo largo y cervezas sin medida en cualquier sala donde estos grupos, poco a poco se iban abriendo paso como auténticos obreros de la música, sin más publicidad que el boca a boca en las salas pequeñas donde tocaban y el derroche de fuerza escénica.
Con Deidre, lo primero que escuche fue una Demo o EP con la portada del Ángel Caído de Ricardo Bellver (una joya del Parque del Retiro de Madrid, ya que en poco lugares pueden presumir de una satánica escultura dedicada al Diablo). Una demo que en esa época fue hasta rayada de tanta escucha y que todavía conservo, con esa portada más gris que blanca y grandes conciertos en salas como Ritmo y Compas, Gruta 77, etc…
Más tarde llegaron dos grandes discos, uno de ellos también lo reventé de tanta escucha como fue “Triste”, muy oscuro y personal, sobre los problemas de la formación de esa época y posteriormente “Alquimia”, trabajo con el que el grupo dio un paso más evolutivo hacia otros sonidos, sin perder ese ritmo alternativo, incluso grunge a TOOL o Alice in Chains.
Dejemos de dar una vuelta al pasado, que no va a volver, y destripemos este “Déjà Vu”.
Lo primero que te llama la atención de este disco es el Digipack, realmente una presentación sorprendente, ya que te llega una caja simplemente con las manchas a los lados del nombre del grupo y disco, pero al abrir la caja te encuentras, la galleta con la portada impresa en negativo, acompañada de unas cuartillas con las letras de las canciones y sus correspondientes créditos y agradecimientos, pero lo original es que al juntarlas todas, es un rompecabezas con la foto de portada, un artwork muy cuidado y destacable.
De lo que es puramente musical, el disco “mama” de muchas influencias y las que más se notan son las acústicas a Héroes del Silencio, o a la oscuridad de Skizoo.
Un trabajo creado a través de las entrañas de Fernando Galindo, quien escribe, compone e interpreta este Lp desde un garaje, en medio de la pandemia, para realizar un disco muy personal.
Los temas son oscuros, las letras siempre van alrededor del dolor, el odio y la esperanza de cambios, como dicen en el tema “Desnudo”, “-vivir… desnudo con el alma rota y las manos frías-”.
“Girando” abre el disco, con unas notas en acústico, al más puro estilo HdS para que poco a poco descargue la parte eléctrica con una gran base de bajo y pequeños toque de piano muy noventeros, para continuar con “Desnudo” que es la canción más stoner, llena de cambios de ritmos en una espiral de rock alternativo que no te deja parar de mover la cabeza, aunque esa espiral sonora también la puedes encontrar en “Denegro” con las partes más heavies del disco en los impecables punteos.
Continua con “Abrazos”, un medio tiempo que se va abriendo entre arpegios, que junto a “Viento”, son la conjunción perfecta de la doble voz para ir metiéndote en la historia como si un cuentacuentos oscuro te fuera llevando hacia ese mundo de dolor de las composiciones. El corte “La sangre”, con el que se presenta el disco, es un tema muy del gusto a Skizoo y quizás el más comercial del trabajo (en el buen sentido de la palabra).
Un álbum que destila amargura y odio en sus letras, pero que te seduce en sus diversas formas sonoras, para escucharlo con calma, poco a poco e ir desmenuzando todo ese sentimiento desgarrado e intimista, pero con unas canciones que tienen magia y te vas dando cuenta en cada escucha, sintiendo todas las influencias musicales que tiene esta maravilla de trabajo.
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