Llevaba desde el 2014 sin dirigir un largometraje el irregular, pero interesante, Mike Cahill, tras su “opera prima”, la excéntrica comedia “El rey de California” y sus dos posteriores “Otra tierra” y “Orígenes”, donde conjugaba el drama romántico con la ciencia ficción, partiendo de ideas sugerentes pero con desigual resultado. Desde entonces, se había refugiado en la televisión, dirigiendo capítulos para unas cuantas series, siendo la más destacada “Nighflyers”, trabajo para el canal SyFy, basado en la pluma de George R.R. Martin.
De nuevo vuelve a la dirección, de la mano de Amazon, que el pasado año ya nos legó buenas apuestas por la ciencia ficción, como el arriesgado debut en el “largo” de Andrew Patterson con «The vast of night» o las estupendas series «Upload» e «Historias del bucle». “Felicidad” no llega, ni por asomo, a los méritos de las obras antes citadas, a pesar de que parte de una premisa divertida: Un perdedor que acaba de perder a su mujer y su empleo, mata por accidente a su jefe, al que esconde para que no le descubran. Huyendo al bar más cercano pensando en una posible coartada, contacta con una “sin techo” que le ofrece una delirante historia sobre mundos paralelos pero que , tras la primera impresión, no parece tan enloquecida y con visos de ser real. Un argumento que parece unir el “Matrix” de las Wachowski con “El rey pescador” de Terry Gilliam, mezclado con unas pinceladas de las ideas de Slavoj Zizek, cosa que no es gratuita, pues el filósofo esloveno aparece en el filme disertando en una fiesta. De hecho en su libro “Lacrimae Rerum (ensayos sobre cine moderno y ciberespacio)” (Editorial Debate), el quinto capítulo está dedicado a “Matrix”, no siendo el único filósofo que utiliza la cinta de las Wachowski como ejemplo cinéfilo para explicar sus ideas, pues el español José Sánchez Tortosa en su imprescindible, para cualquier ciudadano interesado en la educación en las enseñanzas medias, “El profesor en la trinchera (Editorial La esfera de los libros) titula tres de sus cuatro capítulos con referencias a la película protagonizada por Keanu Reeves o Laurence Fishburne y a sus personajes de Neo y Morfeo, lo que viene a corroborar la trascendencia y el sustento académico del film. En la historia de Mike Cahill, también se consiguen poderes y cambio de realidades tomando pastillas de colores (en este caso amarillas y azules)
“Bliss” quiere transitar por esos territorios elevados, lo cual es extremadamente complejo, pues se puede caer en el abismo de la pretenciosidad, como ha sucedido con las propias Wachowski y sus descalabros, con las continuaciones de la obra que les dio la fama “Reload” y “Revolutions” o productos fallidos como “Speed Racer”, “El atlas de las nubes” o “El destino de Jupiter”. “Felicidad” también se toma en serio a sí misma y el guion de Mike Cahill no puede sostener, a la vez, el drama romántico con la ciencia ficción, con realidades paralelas. Incluso, la moraleja final de que es preferible vivir en una vida con aciertos y errores que en “un mundo feliz” (parafraseando la novela de Huxley) no termina de convencer. Y eso, que es de reconocer que está rodada con “brío”, con una puesta en escena acertada y un montaje con bastante ritmo que hace que la hora y tres cuartos pase en un suspiro, entretenga y nos deje con una sonrisa, a pesar de que, en más de un momento, lo que se nos muestra roce la vergüenza ajena, con innumerables clichés del cine actual y una realidad paralela, lejos de la maestría de la narrada por Nolan en su infravalorada «Tenet».
Tampoco ayuda la falta de química de su pareja protagonista, Owen Wilson y Salma Hayek, ni la colección de lugares comunes que van estropeando su fenomenal arranque. Y es una lástima, pues podríamos estar hablando de un estreno importante dentro de la ciencia ficción, condenado por sus altas pretensiones que acaba resultando simpático y agradable de ver pero lejos de la trascendencia que parece que ha intentado aplicar Mike Cahill.
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