“Otra vuelta de tuerca” es una novela que ha dado juego en el cine. Desde la adaptación canónica de Jack Clayton (“Suspense”) hasta la inclasificable de Eloy de la Iglesia, su ambientación gótica, su fantasmal misterio y su historia, con una institutriz que debe cuidar de dos niños huérfanos, asediados por el espectro de su antigua cuidadora y su amante ha funcionado tanto en cine como en televisión.
En este infausto 2020 que termina se ha adaptado en dos ocasiones la obra de Henry James, en ambos casos con productos irregulares, como ha sido «La maldición de Bly Manor», donde el talentoso Mike Flanagan no ha podido repetir el éxito de «La maldición de Hill House». La segunda se trata de esta traslación a largometraje, que significa la “opera prima” de Floria Sigismondi, una reputada realizadora de videoclips, que imaginamos enamorada de las posibilidades de un cuento de terror, con ambientación malsana, en una gran mansión y personajes con sumo interés, ha decidido dar el paso a situarse al frente de una película. Del resultado, sólo podemos decir que no irrita, con dirección bastante contenida para alguien que proviene de un mundo audiovisual, de ínfimos planos y ritmo hiperacelerado. Es algo que se agradece y su sentido de intentar crear cierto misterio. El problema es que no sorprende en ningún momento, y lo que es peor no da miedo, limitándose en demasía a que aparezcan y desaparezcan los espíritus y algún susto subiendo el volumen, por lo que la hora y media va transitando sin que ocurran cosas de interés, la niña cada vez resulta más “cargante”, junto a su joven institutriz, salvándose de la quema el ama de llaves, lo suficientemente inquietante y algún momento del adolescente Miles, aunque en el último acto derrumbe todo lo construido con tan ambiguo niño. Es otro de los problemas del guion de Chad y Carey Hayes, ya que empiezan respetando el “tempo” de la obra pero este se va resintiendo a partir de que el conflicto narrativo empiece a despegar, no consiguiendo en ningún momento dotar a su trama de toda la profundidad psicológica del libro, ni de otras versiones más conseguidas.
Mackenzie Davis, una actriz que vimos hace poco en «Un plan irresistible», le toca la papeleta de interpretar a la compleja Kate, y su interpretación es como todo en “Otra vuelta de tuerca”. Irregular, alternando buenos momentos, con otros donde se nota falta de recursos, unidos a unos niños donde el Miles de Finn Wolfhard convence (tal vez sea lo mejor del capítulo actoral) y más limitada nos parece la Flora de Brooklynn Prince, que junto a la Sra. Goose de Barbara Marten, componen el cuarteto principal de este clásico de la literatura.
Ambientación correcta, fotografía mejorable de David Ungaro y una banda sonora demasiado estridente de Nathan Barr tampoco ayudan a que el resultado sea superior. No pasará a la historia del cine, incluso podemos asegurar que ni siquiera se trate de una buena cinta, aunque quede cerca del aprobado, pero sí que agradecemos que gente que provenga de un lugar tan alejado como son los videos musicales, intente no copiar los malos ejemplos de otros compañeros, con esos filtros insoportables, esa forma de dirigir de movimientos histéricos y montaje acelerado y argumentos posmodernos donde se intenta enmendar la plana a gente con infinito más talento que ellos mismos. Esta “Otra vuelta de tuerca”, por lo menos es respetuosa.
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