Decidí ver “Rifkin´s festival” una vez terminada su autobiografía “A propósito de nada”, donde además de repasar su impecable trayectoria cinematográfica, Woody Allen intenta explicar el bochornoso caso que le ha llevado dos veces a los tribunales por abusar de uno de sus hijos y, que por cierto, estos le han absuelto en ambas ocasiones, aunque los modernos tribunales de la moral, esos, que como explica el genio neoyorkino en su libro, nos dicen que se debe creer a cualquier mujer por el hecho de serlo… salvo a la suya, ya que a Soon-Yi nadie ha tomado en consideración. El caso es que el autor de “Manhattan” ha sido condenado al destierro y a no poder estrenar en su país, por lo que empieza su periplo por Europa, como comentábamos tras el estreno de «Día de lluvia en Nueva York».
Y en esta ocasión, vuelve a España, donde ya rodó “Vicky, Cristina Barcelona” (de lo más flojo de su dilatada filmografía), en este caso a San Sebastián para dirigir una de esas comedias románticas que borda. La historia es conocida por cualquier seguidor del responsable de “Annie Hall”: una pareja sofisticada y madura viaja a la bella ciudad donostiarra para presentar la película de un famoso director galo y allí comparten aventuras amorosas, ella con el prestigioso cineasta y él con una doctora local. Hasta ahí nada nuevo. La novedad en el largometraje es ambientarlo dentro de la quincena del Zinemaldia, donde todo parece irreal y el cine se vive en primera persona, tanto que Mort Rifkin, un antiguo profesor de historia del cine acaba teniendo sueños, donde su situación acaba inmersa dentro de célebres películas del séptimo arte. Desde el “Ciudadano Kane” de Orson Welles a “El ángel exterminador” de Luis Buñuel, pasando por el “Jules y Jim” de Truffaut”, “El final de la escapada” de Godard y Bergman. Mucho Bergman, con “Sonrisas de una noche de verano” o dos secuencias memorables, una con “Persona”, donde las dos protagonistas femeninas acaban hablando en sueco y otra con la delirante escena de “El séptimo sello”, con “Christoph Waltz” haciendo de La Muerte. El resto, diálogos ingeniosos en un guion que funciona, con esos educados y algo “snobs” neoyorkinos, ricos y neuróticos que aman la cultura y Europa, vanidosos y caprichosos y con una manifiesta imposibilidad para ser felices. Esas personas posmodernas de la que nos hablaba el sociólogo francés Gilles Lipovetzsky en “La era del vacío”.
“Rifkin´s festival”, sin ser de lo mejor de su espectacular carrera, tan solo un “divertimento”, posee más cine que la gran mayoría de estrenos del año. Una notable comedia que gustará a los numerosos “fans” en todo el mundo del hacedor de obras maestras como “Hannah y sus hermanas” o “Delitos y faltas”. Situaciones bien desarrolladas que hacen que pasemos una hora y media con la sonrisa en la boca, con personajes que conocemos bien, como el neurótico y culto Mort de Wallace Shawn, la insatisfecha mujer de Gina Gershon, la encantadora doctora de Elena Anaya o el pretencioso director de Louis Garrel. Y todo a ritmo de jazz, con fotografía de Vittorio Storaro y con San Sebastián como un personaje más, pues nunca estuvo mejor representada la, por otro lado bellísima, ciudad. En mi opinión una de las más bonitas de España, pues ha sabido mantener la esencia entre clasicismo y modernidad, con una arquitectura sin edificios altos, manteniendo el espíritu burgués.
Woody Allen sigue siendo un maestro del séptimo arte y cuando al inicio, con la sala oscura, emitían el precioso anuncio, con trozos de películas ambientadas en los cines para que volvamos a ver las cintas en pantalla grande, pensaba la deuda que tenemos los cinéfilos con él. Por suerte, no lo han eliminado de esta publicidad y podemos ver la cara de satisfacción de Mia Farrow viendo “La rosa púrpura de El Cairo”. De hecho, Allen en “A propósito de nada” comenta que si se siente cercano a alguna de sus creaciones es a Cecilia, la protagonista de esa genial película. Alguien que vive el cine de forma diferente y que con sus estrenos llena el mundo de arte, a parte que en pieza fundamental en mi vida, como comenté con «Café Society». Supongo que “Rifkin´s festival” la recordaré en el futuro como el largometraje de la pandemia, el año que menos cine vi en las salas.
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