Robin Wright consiguió la fama con un papel en el mítico culebrón ochentero “Santa Bárbara”, lo que le permitió abrir las puertas de Hollywood con su inolvidable protagonista en “La princesa prometida” o, años después, su casi nominación al Oscar por “Forrest Gump”. Uno de esos rostros misteriosos que compartió pantalla, y matrimonio, con Sean Penn en un par de producciones. La referencia al actor de “Pena de muerte” no es casual, pues no sé por qué motivo el debut como realizadora de Wright tiene ciertos paralelismos con “Hacia rutas salvajes”, una de las últimas películas dirigidas por su ex marido. En ambas, una persona decide dejar su urbanita vida para vivir en soledad en plena naturaleza “lejos del mundanal ruido”, si bien es cierto que en la de Penn el tipo lo hacía por convicciones ideológicas y en “En un lugar salvaje” su alejamiento de la sociedad se debe a intentar superar el duelo de una tragedia que conoceremos al final aunque se nos van ofreciendo pistas, a modo de “flashbacks”, durante el transcurso de la cinta. Más sencilla y con menos pretensiones que “Into the wild” pero más digerible, pues está dura una escasa hora y media mientras que la de Penn eran unas excesivas dos hora y veinte minutos de metraje.
Wright ha construido un largometraje sencillo, con personajes consumidos por la pena que tienen que volver a tener la ilusión de vivir. Para ello, aparece el rol de Demian Bichir, una especie de ángel de la guarda (en algún momento pensamos que como en “Gravity” se iba a tratar de una ensoñación de la desesperada mujer) pero con el que comparte una preciosa historia de amistad, con un precioso remate final que nos hace comprender por qué entendemos que no puede haber romance, por qué estas personas se apoyan y ayudan por intentar sobrevivir a su “infierno interior”, a su intenso dolor.
Un giro, el del guion de Jesse Chatham y Erin Dignam, que llega tras una larga presentación donde tras dejar la gran ciudad, Edee no puede con la agrestes montañas de Wyoming, tan espectaculares como peligrosas, dando la impresión que su huída hacia delante es casi un intento de suicidio; sin saber cazar, ni cultivar, sin móvil, viviendo de latas, en solitario y sin ayuda, lejos de destreza del Robert Redford en “Las aventuras de Jeremiah Johnsson” de Pollack. Para acrecentar esa sensación de vacío “En un lugar salvaje” cuenta con una fotografía que destaca el excelso paraje natural, lleno de abetos, lagos y montes nevados, de Bobby Bukowski y la banda sonora intimista, compuesta en su mayoría por el sonido lacrimógeno de la cuerda y el piano, de Ben Solle y el acompañamiento de melódicas canciones “country”.
En la faceta actoral, destaca Robin Wright y Demian Bichir, que consiguen que sus atormentados viudos resulten convincentes, apoyados en la modesta puesta en escena de Robin Wright que a pesar de su sencillez resulta más que digna. Una de esas películas bonitas que van mejorando según avanza la narración. Un ejemplo de modestia pues Wright en su “opera prima” para el cine, ya que había dirigido algún capítulo en la quinta temporada de «House of cards» donde también interpretaba uno de sus más celebrados papeles como la taimada Claire Underwood, prefiere no arriesgar con alambicados planos o secuencias de larga duración pero sabiendo dotar de entidad a su historia.
Un buen ejemplo de cinta independiente con la que pasar un rato entretenido, visionando algo más que superhéroes o universos imaginarios (aunque a su protector le llame de forma amistosa “Yoda”). Sólo por eso se perdonan sus errores y defectos quedándonos con sus luminosas virtudes y comprobando como sus buenas intenciones quedan reflejadas en pantalla, pues películas como “En un lugar salvaje” nos enseña cómo se puede superar una tragedia.
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